Camino sin rumbo
Capitulo 1
Escala técnica
Hepatox se acercó a un restaurante de paso, miró el desolado panorama que no mostraba otra cosa que polvo y tierra, aderezados de vegetación seca, igual a sus ánimos de continuar con una vida carente de razón o sentido, se sentó en una mesa tan endeble como sus propios pensamientos, y miró a los alrededores. un vagabundo pedía comida a señas, la mesera del lugar le entregó un sándwich austero, haciéndole señas de que se retirara del lugar, el vagabundo, con sus pies destrozados por haber caminado en un mundo hecho de vidrio, el cual se rompió y destruyó sus pies al igual que su mente, se levantó con dificultad, y empezó a “caminar” si se le puede decir así al acto de desplazarse arrastrando los pies de tal manera; solo ver lo pesado de sus pies y el dolor que sentía al dar cada paso daban una idea clara del bagaje que cargaba tras de si, ya tan grade y pesado que su cara reflejaba no quererlo mas, implorando mudamente que alguien aceptara el regalo de un costal sucio y maltrecho, del cual incluso parecía escapar su carga entre huecos semejantes a los de sus propias ropas..
él miró indiferente la escena, miro en la otra dirección y solo había un perro flaco y negro, tan similar a su propia estampa que no podía sino sentir un vínculo fraternal con aquel animal huesudo mosqueándose en la fresca sombra de 42 grados; el perro a su vez volteó a mirarlo con la misma indiferencia con la que lo hacia él, y mas claro no pudo ser el sentimiento de reciprocidad que sentían el uno por el otro, cada quien ocupado de sus asuntos en una sintonía tal, que el sonido del engranaje del mundo parecía una fina maquinaria de reloj, con precisión tal, que mañana o ayer no eran sino el sonido de la misma inevitable cosa. Llamada tiempo.
Finalmente llega la mesera, él la mira, se trata de una mujer poco arreglada, incluso no luce limpia ni servicial, simplemente como muchos otros, tiene una función en este mundo y la desempeña del modo mas adecuado, como lo hacemos todos; ella pregunta con tono de fastidio: ¿que va a querer? él contesta con su característico tono de indiferencia y ácido sarcasmo, que le imprimen una suerte de seguridad insegura: una hamburguesa con queso y tocino,…. Papas fritas y … mhhh. Una cocacola clásica … de lata.
La mesera se va a materializar su destino, fundiéndolo en el crisol de la plancha de la cocina y forjándolo con queso amarillo y pimienta negra.
El continua mirando en todas direcciones buscando “algo”, ese algo que lleva ya mhhh. Si, justamente 29 años buscando sin encontrar… no, no lo encuentra, pero al menos ya llegó la hamburguesa y su classic cocacola… mmmhh azúcar, limpia mi mente, déjame dejar todo atrás; el teléfono suena, al otro lado palabras malditas salen del auricular, la mesera contesta con tono pueblerino, él no hace caso de la conversación que ahí tiene lugar puesto que tiene cosas mas importantes en que pensar, como en los lindos zapatos negros de tacón alto y correas que por ventura vienen adheridos a una mujer que acaba de llegar en ese auto rojo, austero y de modelo atrasado, pero con algunos accesorios extras, en este caso un accesorio graduado de una universidad privada con un sueldo estable y muchas amistades que le pueden conseguir trabajo en cualquiera de las empresas de los respectivos padres de alguno de ellos; ella baja con dificultad del auto, es gracioso, en su actitud demuestra seguridad, en sus actos sin embargo no está segura de lo que está viendo en la endeble mesa, ella camina segura de si misma con una firme intención en su mente, ir al sanitario, en su camino va directo a donde nuestro protagonista, cosa rara, puesto que la entrada al sanitario es por el otro lado, ella pasa tan cerca que deja ver en el fondo de sus ojos un volcán, deja aspirar su aroma compuesto de una equilibrada mezcla de perfume caro, feromonas naturales propias de ella, sudor del grato clima, y el encierro en un auto austero por mas de tres horas, nada mas aromático para incitar las mas profundas fantasías de nuestro protagonista con una perfecta, y al decir perfecta, no es exageración, ya que las condiciones estéticas que él contempló en el ejemplar, son cuando menos excepcionales, ella pregunta algo en la recepción, el accesorio que viene con el auto y la chica sale para, aparentemente, arreglar algo con el mecánico de junto a restaurante, el tipo se acerca al mostrador, le dice algunas cosas a la mujer y a la mesera, la mujer pone cara de fastidio, le dice algunas palabras con ademanes un tanto… violentos, él sale con mala cara, la mesera se apresura a hacer algo en la cocina, la mujer se queda sentada en el banquillo de la barra, empieza a buscar algo en su bolsa, él termina de comer su hamburguesa, mira con indiferencia la escena, ella se levanta de súbito con una sonrisa de satisfacción… mmmh algo no cuadra, que parte de la escena me perdí; no importa, me queda algo de mi classic cocacola, ella pasa cerca de su mesa y le deja algo ahí, espera.. se le cayó, , o lo dejó ahí intencionalmete ¿qué es? ¿una servilleta?, mhhh creo que fue intencional, tiene algo escrito, la mujer entra en el pasillo que da a los baños, él mira la nota que dejó ella en la mesa, simplemente con letras que no ostentan un hábito por la escritura, pero con un contenido tal que le mejor de los discursos no puede ser mas claro, que dice: alcánzame.
El lee la nota, la hace bola, y la deja en el cenicero, toma su classic cocacola de lata, le da el último trago con decisión, y se encamina a los baños.
Esperen... acaso no sabe leer, que la puerta dice “damas”, supongo no importa, en un lugar donde el baño no es mas que un cuartucho cuya imagen es mas deplorable que la del desolado lugar en si, una imagen tan pintoresca que es digna de tener un premio en la revista national geographic.
Entra y sin dudarlo cierra la puerta, no se ve mas que un lavamanos donde lo último que haría alguien el lavar algo, corroído por el moho y con una capa de polvo de años, probablemente; una imagen equiparable solo al intento de olvidar el camino que recorren sus pasos, ese lavamanos no le trajo otra idea que esa, la de su mente oxidada por los deseos, y cubierta de recuerdos de una vida que no le pertenece; mas adelante un espacio con un gabinete, para claro, un retrete, igualmente oxidado y maltrecho, muy parecido a la idea que él ostenta de su propio ser, es decir, una carcasa tan infuncional como poco estética, se acercó al lavabo, y se miró en el empañado espejo, una vez mas encontró analogía de ese espejo con su propia identidad, un “algo que mostraba entre paño y suciedad una imagen distorsionada de él mismo, que apenas se dejaba entrever, pero sirvió para negar la afirmación anterior, se dió cuenta que el gabinete del retrete no reflejaba su imagen, se dió cuenta que pese a no haberse afeitado en un par de días y estar despeinado, (algo intolerable para él), su aspecto no era del todo deplorable, incluso le sorprendió que se veía mejor que cuando se esmera en verse mejor, una negación mas en su propia vida; en fin, nada especial; abrió el rechinante grifo del lavamanos, después de salir un chorro de agua mezclada con óxido y lodo, empezó a brotar agua cristalina, se hechó un poco en la cara para refrescarse, se volvió a mirar en el espejo por inercia, ya que él bien sabía que un poco de agua en nada iba a cambiar ni su imagen ni su idea de si mismo, simplemente un acto reflejo, igual al de una mosca atrapada en la telaraña; razón, lógica, insisto, mera supervivencia, a fin de cuentas ¿que diferencia ese movimiento vano cuando el inevitable destino que no es sino una mera ilusión, al igual que muchas cosas en este mundo, se posa frente a ti?
Se da media vuelta, mira la puerta del gabinete de arriba abajo, donde precisamente queda un hueco que permite sugerir el interior, en este coso todo parece estar en orden, la base del retrete mohoso y oxidado, manchas de vómito y orina en el piso, nada mas inspirador; pero no es eso por lo que esta ahí, sino por algo mas que se puede ver, si, los lindos zapatos negros adheridos a unos, igualmente, lindos tobillos, pegados a gráciles pies que no lucen muy funcionales para caminar, pero ¡que importa! no vino a caminar, él abre la puerta, con tranquilidad, como lo mas cotidiano del mundo y, claro ¿que tiene de diferente o raro abrir una puerta oxidada?
Continuara…
Capitulo 1
Escala técnica
Hepatox se acercó a un restaurante de paso, miró el desolado panorama que no mostraba otra cosa que polvo y tierra, aderezados de vegetación seca, igual a sus ánimos de continuar con una vida carente de razón o sentido, se sentó en una mesa tan endeble como sus propios pensamientos, y miró a los alrededores. un vagabundo pedía comida a señas, la mesera del lugar le entregó un sándwich austero, haciéndole señas de que se retirara del lugar, el vagabundo, con sus pies destrozados por haber caminado en un mundo hecho de vidrio, el cual se rompió y destruyó sus pies al igual que su mente, se levantó con dificultad, y empezó a “caminar” si se le puede decir así al acto de desplazarse arrastrando los pies de tal manera; solo ver lo pesado de sus pies y el dolor que sentía al dar cada paso daban una idea clara del bagaje que cargaba tras de si, ya tan grade y pesado que su cara reflejaba no quererlo mas, implorando mudamente que alguien aceptara el regalo de un costal sucio y maltrecho, del cual incluso parecía escapar su carga entre huecos semejantes a los de sus propias ropas..
él miró indiferente la escena, miro en la otra dirección y solo había un perro flaco y negro, tan similar a su propia estampa que no podía sino sentir un vínculo fraternal con aquel animal huesudo mosqueándose en la fresca sombra de 42 grados; el perro a su vez volteó a mirarlo con la misma indiferencia con la que lo hacia él, y mas claro no pudo ser el sentimiento de reciprocidad que sentían el uno por el otro, cada quien ocupado de sus asuntos en una sintonía tal, que el sonido del engranaje del mundo parecía una fina maquinaria de reloj, con precisión tal, que mañana o ayer no eran sino el sonido de la misma inevitable cosa. Llamada tiempo.
Finalmente llega la mesera, él la mira, se trata de una mujer poco arreglada, incluso no luce limpia ni servicial, simplemente como muchos otros, tiene una función en este mundo y la desempeña del modo mas adecuado, como lo hacemos todos; ella pregunta con tono de fastidio: ¿que va a querer? él contesta con su característico tono de indiferencia y ácido sarcasmo, que le imprimen una suerte de seguridad insegura: una hamburguesa con queso y tocino,…. Papas fritas y … mhhh. Una cocacola clásica … de lata.
La mesera se va a materializar su destino, fundiéndolo en el crisol de la plancha de la cocina y forjándolo con queso amarillo y pimienta negra.
El continua mirando en todas direcciones buscando “algo”, ese algo que lleva ya mhhh. Si, justamente 29 años buscando sin encontrar… no, no lo encuentra, pero al menos ya llegó la hamburguesa y su classic cocacola… mmmhh azúcar, limpia mi mente, déjame dejar todo atrás; el teléfono suena, al otro lado palabras malditas salen del auricular, la mesera contesta con tono pueblerino, él no hace caso de la conversación que ahí tiene lugar puesto que tiene cosas mas importantes en que pensar, como en los lindos zapatos negros de tacón alto y correas que por ventura vienen adheridos a una mujer que acaba de llegar en ese auto rojo, austero y de modelo atrasado, pero con algunos accesorios extras, en este caso un accesorio graduado de una universidad privada con un sueldo estable y muchas amistades que le pueden conseguir trabajo en cualquiera de las empresas de los respectivos padres de alguno de ellos; ella baja con dificultad del auto, es gracioso, en su actitud demuestra seguridad, en sus actos sin embargo no está segura de lo que está viendo en la endeble mesa, ella camina segura de si misma con una firme intención en su mente, ir al sanitario, en su camino va directo a donde nuestro protagonista, cosa rara, puesto que la entrada al sanitario es por el otro lado, ella pasa tan cerca que deja ver en el fondo de sus ojos un volcán, deja aspirar su aroma compuesto de una equilibrada mezcla de perfume caro, feromonas naturales propias de ella, sudor del grato clima, y el encierro en un auto austero por mas de tres horas, nada mas aromático para incitar las mas profundas fantasías de nuestro protagonista con una perfecta, y al decir perfecta, no es exageración, ya que las condiciones estéticas que él contempló en el ejemplar, son cuando menos excepcionales, ella pregunta algo en la recepción, el accesorio que viene con el auto y la chica sale para, aparentemente, arreglar algo con el mecánico de junto a restaurante, el tipo se acerca al mostrador, le dice algunas cosas a la mujer y a la mesera, la mujer pone cara de fastidio, le dice algunas palabras con ademanes un tanto… violentos, él sale con mala cara, la mesera se apresura a hacer algo en la cocina, la mujer se queda sentada en el banquillo de la barra, empieza a buscar algo en su bolsa, él termina de comer su hamburguesa, mira con indiferencia la escena, ella se levanta de súbito con una sonrisa de satisfacción… mmmh algo no cuadra, que parte de la escena me perdí; no importa, me queda algo de mi classic cocacola, ella pasa cerca de su mesa y le deja algo ahí, espera.. se le cayó, , o lo dejó ahí intencionalmete ¿qué es? ¿una servilleta?, mhhh creo que fue intencional, tiene algo escrito, la mujer entra en el pasillo que da a los baños, él mira la nota que dejó ella en la mesa, simplemente con letras que no ostentan un hábito por la escritura, pero con un contenido tal que le mejor de los discursos no puede ser mas claro, que dice: alcánzame.
El lee la nota, la hace bola, y la deja en el cenicero, toma su classic cocacola de lata, le da el último trago con decisión, y se encamina a los baños.
Esperen... acaso no sabe leer, que la puerta dice “damas”, supongo no importa, en un lugar donde el baño no es mas que un cuartucho cuya imagen es mas deplorable que la del desolado lugar en si, una imagen tan pintoresca que es digna de tener un premio en la revista national geographic.
Entra y sin dudarlo cierra la puerta, no se ve mas que un lavamanos donde lo último que haría alguien el lavar algo, corroído por el moho y con una capa de polvo de años, probablemente; una imagen equiparable solo al intento de olvidar el camino que recorren sus pasos, ese lavamanos no le trajo otra idea que esa, la de su mente oxidada por los deseos, y cubierta de recuerdos de una vida que no le pertenece; mas adelante un espacio con un gabinete, para claro, un retrete, igualmente oxidado y maltrecho, muy parecido a la idea que él ostenta de su propio ser, es decir, una carcasa tan infuncional como poco estética, se acercó al lavabo, y se miró en el empañado espejo, una vez mas encontró analogía de ese espejo con su propia identidad, un “algo que mostraba entre paño y suciedad una imagen distorsionada de él mismo, que apenas se dejaba entrever, pero sirvió para negar la afirmación anterior, se dió cuenta que el gabinete del retrete no reflejaba su imagen, se dió cuenta que pese a no haberse afeitado en un par de días y estar despeinado, (algo intolerable para él), su aspecto no era del todo deplorable, incluso le sorprendió que se veía mejor que cuando se esmera en verse mejor, una negación mas en su propia vida; en fin, nada especial; abrió el rechinante grifo del lavamanos, después de salir un chorro de agua mezclada con óxido y lodo, empezó a brotar agua cristalina, se hechó un poco en la cara para refrescarse, se volvió a mirar en el espejo por inercia, ya que él bien sabía que un poco de agua en nada iba a cambiar ni su imagen ni su idea de si mismo, simplemente un acto reflejo, igual al de una mosca atrapada en la telaraña; razón, lógica, insisto, mera supervivencia, a fin de cuentas ¿que diferencia ese movimiento vano cuando el inevitable destino que no es sino una mera ilusión, al igual que muchas cosas en este mundo, se posa frente a ti?
Se da media vuelta, mira la puerta del gabinete de arriba abajo, donde precisamente queda un hueco que permite sugerir el interior, en este coso todo parece estar en orden, la base del retrete mohoso y oxidado, manchas de vómito y orina en el piso, nada mas inspirador; pero no es eso por lo que esta ahí, sino por algo mas que se puede ver, si, los lindos zapatos negros adheridos a unos, igualmente, lindos tobillos, pegados a gráciles pies que no lucen muy funcionales para caminar, pero ¡que importa! no vino a caminar, él abre la puerta, con tranquilidad, como lo mas cotidiano del mundo y, claro ¿que tiene de diferente o raro abrir una puerta oxidada?
Continuara…