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Una de las teorías sobre la formación de la luna, sostiene que fue expulsada espontáneamente de la tierra cuando ésta estaba recién formada y giraba con gran rapidez sobre su eje. Es posible que ahora, aquella que un día la parió, se la haya tragado.
Todos los días al anochecer, los seis; de ésta manera nos referimos desde hace tiempo a los nacidos sin luna; se reúnen en la vieja capilla, sus padres les acompañan hasta allí y vuelven a sus casas sin ellos. Nadie sabe lo que hacen, ni siquiera sus padres, que no parecen sino cumplir con cada uno de sus deseos. Me pregunto qué harán; tengo que confesar que siento una tremenda curiosidad por ver qué pueden hacer unos niños tan pequeños solos envueltos por éste manto negro, en el que todos nos encontramos, y que a nosotros nos obliga a permanecer escondidos en nuestras casas sin atrevernos ni siquiera a movernos de la cama..
El día antes de Navidad, amaneció especialmente frió, durante todo el día las temperaturas no subieron de bajo cero, el aire se clavaba en la cara, como si viniera cargado de finas púas que atravesaban la piel dejándola enteramente enrojecida. Aquella noche cayó la mayor helada que había visto en mi vida y la mañana siguiente; Navidad, ofrecía un espectáculo tan tétrico que daba miedo salir a la calle. Ni que decir hay, que el sol permaneció cubierto por una densa manta grisácea, pintándolo todo de un color ceniciento con olor a tristeza y a desconsuelo. Las calles y el campo se ocultaron bajo una gruesa capa de hielo; que los niños ajenos a todo aprovecharon, para celebrar patinando un día tan especial.
De las desnudas ramas de los árboles colgaban como si de hojas se tratara, sorbetes de hielo a modo de estalactitas y el maravilloso chorro de agua de la fuente de la plaza, que manaba hacia el cielo, nos regalaba una visión asombrosa.
A partir de ese día, el tiempo pareció detenerse, todos los días empezaron a ser iguales; igual de grises, igual de helados; era como si siempre estuviéramos viviendo el mismo día, como si una y otra vez despertáramos en aquella desolada mañana de Navidad.
Las estaciones del año han desaparecido, ya no existe ninguna diferencia entre verano o invierno, ojalá lloviera, así al menos el hielo se derretiría y dejaríamos de tener la impresión de haber quedado atrapados en el tiempo.
No puedo más, siento un fuerte impulso por salir detrás de los seis para averiguar de qué se tratan sus reuniones, solo la noche me hace desistir una y otra vez, pero hoy estoy completamente decidido a darle fin a mi curiosidad. He pensado ir hasta la capilla antes de que anochezca y permanecer oculto a esperar su llegada.
