El otoño ha pasado junto a nosotros como un suspiro, estamos entrando en el invierno y poco a poco los días parecen ser engullidos por las noches. La mala hierba ha crecido por todas partes y una niebla densa y húmeda envuelve toda la alameda. Me he visto asaltado por la noche de camino a casa, nunca vuelvo por la alameda, pero en ésta ocasión me pareció que tendría tiempo antes de que anocheciera, de ésta manera evitaría dar un rodeo. Sin embargo de pronto me encontré rodeado de cientos de sombras y multitud de siniestros sonidos que llegaban a mis oídos como salidos de una película de miedo. Por un momento me quedé completamente paralizado; estaba seguro de que alguien me vigilaba, podía sentir sus ojos clavados en mi nuca, me giré rápidamente, pero allí no había nadie; creo que eso es lo que más me asusta, nunca hay nadie, únicamente un enorme agujero negro.
Reanudé el camino con paso firme y apresurado, apenas podía ver el sendero que se abría delante de mí. A mi espalda sonaban unos pasos, unos pasos que cada vez se percibían más y más cerca. Empecé a correr preso de un pánico que mentiría si dijera que nunca antes había sentido, ya que durante éste último año lo vengo sintiendo noche tras noche; en mi loca carrera caí al suelo y durante un tiempo continué avanzando a gatas, me faltaba la respiración, no dejaba de mirar atrás pero continuaba sin poder ver nada aunque podía sentir una presencia que se aproximaba a mi con gran rapidez. No sé como pude volver a ponerme en pie, ni sé de dónde saqué la velocidad con que corrí, pero en pocos minutos me vi fuera de la alameda y tras la puerta de mi casa, casi a un mismo tiempo.
Parecemos haber sido victimas de algún tipo de maleficio, los mosquitos trajeron con ellos una espantosa enfermedad; la malaria, también conocida como fiebre de la selva, creíamos que ésta enfermedad estaba erradicada, pero al parecer todo está cambiando y desde luego no es a mejor. Los primeros casos aparecieron durante el verano, al principio no pensamos en ésta posibilidad, achacábamos los sudores y escalofríos a algún tipo de gripe, nunca hubiéramos pensado en ésta terrible enfermedad. En la mayoría de los casos, la infección ha sido mortal, la población se ha visto diezmada casi en la mitad; estamos cansados, cansados de tener miedo, cansados de buscar algún indicio de claridad en la inmensidad de la noche.
Hoy me he cruzado con dos de los niños que vinieron al mundo cuando la primavera llegó a su fin; no he podido evitar quedarme mirándolos, de manera casi descarada; sobre sus sonrosados rostros se abren unos enormes ojos negros tan grandes que parecen no pertenecerles. Durante todo el día, por alguna extraña razón, no he podido quitármelos de la cabeza, sus ojoshan quedado grabados en mi mente de manera sobrecogedora.
Serían cerca de las cuatro de la madrugada cuando me desperté con un gran sobresalto, no sabía que era exactamente lo que me había despertado, permanecí completamente quieto esperando oír algo, entonces pude escuchar con gran claridad una especie de quejido seguido de una espeluznante respiración que pude sentir como una bocanada de aire caliente sobre mi rostro, inmediatamente encendí la luz; estaba solo, completamente solo, sin embargo no dejaba de tener la sensación de allí había alguien más.
No se cuanto tiempo más podremos aguantar sin perder la cabeza, a veces siento que me estoy volviendo completamente loco. Ya no sé si son imaginaciones mías o si realmente está sucediendo ésta serie de insólitos sucesos. Despierto cada día totalmente abrumado por la pasada noche y desde que amanece no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea la llegada de la siguiente. No puedo continuar así, en ocasiones pienso que hubiera sido mucho mejor haber sido una de las victimas de la malaria o quizás uno de los que desaparecieron al comienzo de todo.
Desde hace varios días venimos sintiendo pequeños movimientos de tierra, al principio eran casi inapreciables pero ahora, aunque suaves, se pueden sentir con mayor intensidad. No quiero pensar que tengamos que enfrentarnos a una catástrofe semejante, aunque quizás sea lo mejor que podría pasarnos, así acabaríamos de una vez con ésta angustia que día a día va consumiendo mi alma.
Los continuos temblores me han hecho recordar a Kisin; en algunos paises, existe la creencia que Kisin es una criatura que vive en el subsuelo y que es el responsable de los terremotos en la superficie de la tierra.
Reanudé el camino con paso firme y apresurado, apenas podía ver el sendero que se abría delante de mí. A mi espalda sonaban unos pasos, unos pasos que cada vez se percibían más y más cerca. Empecé a correr preso de un pánico que mentiría si dijera que nunca antes había sentido, ya que durante éste último año lo vengo sintiendo noche tras noche; en mi loca carrera caí al suelo y durante un tiempo continué avanzando a gatas, me faltaba la respiración, no dejaba de mirar atrás pero continuaba sin poder ver nada aunque podía sentir una presencia que se aproximaba a mi con gran rapidez. No sé como pude volver a ponerme en pie, ni sé de dónde saqué la velocidad con que corrí, pero en pocos minutos me vi fuera de la alameda y tras la puerta de mi casa, casi a un mismo tiempo.
Parecemos haber sido victimas de algún tipo de maleficio, los mosquitos trajeron con ellos una espantosa enfermedad; la malaria, también conocida como fiebre de la selva, creíamos que ésta enfermedad estaba erradicada, pero al parecer todo está cambiando y desde luego no es a mejor. Los primeros casos aparecieron durante el verano, al principio no pensamos en ésta posibilidad, achacábamos los sudores y escalofríos a algún tipo de gripe, nunca hubiéramos pensado en ésta terrible enfermedad. En la mayoría de los casos, la infección ha sido mortal, la población se ha visto diezmada casi en la mitad; estamos cansados, cansados de tener miedo, cansados de buscar algún indicio de claridad en la inmensidad de la noche.
Hoy me he cruzado con dos de los niños que vinieron al mundo cuando la primavera llegó a su fin; no he podido evitar quedarme mirándolos, de manera casi descarada; sobre sus sonrosados rostros se abren unos enormes ojos negros tan grandes que parecen no pertenecerles. Durante todo el día, por alguna extraña razón, no he podido quitármelos de la cabeza, sus ojoshan quedado grabados en mi mente de manera sobrecogedora.
Serían cerca de las cuatro de la madrugada cuando me desperté con un gran sobresalto, no sabía que era exactamente lo que me había despertado, permanecí completamente quieto esperando oír algo, entonces pude escuchar con gran claridad una especie de quejido seguido de una espeluznante respiración que pude sentir como una bocanada de aire caliente sobre mi rostro, inmediatamente encendí la luz; estaba solo, completamente solo, sin embargo no dejaba de tener la sensación de allí había alguien más.
No se cuanto tiempo más podremos aguantar sin perder la cabeza, a veces siento que me estoy volviendo completamente loco. Ya no sé si son imaginaciones mías o si realmente está sucediendo ésta serie de insólitos sucesos. Despierto cada día totalmente abrumado por la pasada noche y desde que amanece no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea la llegada de la siguiente. No puedo continuar así, en ocasiones pienso que hubiera sido mucho mejor haber sido una de las victimas de la malaria o quizás uno de los que desaparecieron al comienzo de todo.
Desde hace varios días venimos sintiendo pequeños movimientos de tierra, al principio eran casi inapreciables pero ahora, aunque suaves, se pueden sentir con mayor intensidad. No quiero pensar que tengamos que enfrentarnos a una catástrofe semejante, aunque quizás sea lo mejor que podría pasarnos, así acabaríamos de una vez con ésta angustia que día a día va consumiendo mi alma.
Los continuos temblores me han hecho recordar a Kisin; en algunos paises, existe la creencia que Kisin es una criatura que vive en el subsuelo y que es el responsable de los terremotos en la superficie de la tierra.