Busqué en algún bolsillo un analgésico, pero una cámara de video que tenía en la mano me molestaba para tal quehacer, además, estaba todo yo metido dentro de una especia de sotana negra que me impedía moverme con agilidad.
Me puse muy nervioso, la oveja se me estaba convirtiendo en perro callejero con un repulsivo mal de piel visiblemente contagioso, por cierto, me lamía la oreja el bicho asqueroso, para mas drama el verde valle de Heidi se estaba mudando en un plató sucio y ceniciento repleto de cagadas de mono y córvido, menos mal que los tales monos y lo que quedaba de la gallina seguían allí o habría perdido la conciencia víctima de una confusión épica.
Busqué con los ojos algo certero donde apoyar mi frágil racionalidad, miré al elefante de granito, le miré, le miré, pero era solo eso, una talla en piedra bastante mal hecha:
“no tiene boca” –pensé- “que raro”
Seguí mirando, mirando, mirando entre aquella entelequia indiscreta, y vi al policía disfrazado, estaba haciendo pis en la rueda trasera izquierda de un artilugio a motor, sostenía su pene con una mano, jugueteando, haciendo rodar su miembro alegremente, dibujando rayitas de pipí por el chasis herrumbroso mientras usaba un dedo de la otra mano para limpiarse los dientes con su medicinal orina. Junto a él, dos niñas desnudas, sucias mas no poder, le miraban impenetrables, hurgándose la nariz, buscando posiblemente una salida airosa a sus dilemas.
“¿Este es policía?” –Me pregunté a mi mismo-
“¡Vaya uno a saber!” –Me exclamé levantando los hombros- “pero aquí pasa algo raro”
“Cierto” –me di la razón-
Pasa algo raro... Algo raro… Algo raro… Estaba yo como saliendo de un sueño y me hallaba a mi mismo espeso y trémulo, semejante a una teta.
Entonces vi a una monja acercándose tambaleante entre las ruinas al ex policía, que se sacudía el rabo con garbo, salpicando a las niñas sin recato ni pudor, la cual cosa divertía sobremanera a las nefandas que recibían las salpicaduras como si fueran lluvia de primavera.
La monja no parecía mostrar mayor acato por los monos y andaba a trompicones y empujones con los mismos, que si bien son primitivos no son valientes ni tienen el estigma de la heroicidad en sus genes, por tanto se arramblaban sumisos al paso de la pía religiosa que avanzaba haciendo eses hacia el ex policía cantando el Cara al Sol en perfecto castellano.
Me miré bien a la monja, luego a mi y a esa cosa negra que llevabamos puesta… Miré… Miré…
“¡Anda! ¡Pero si vamos vestidos iguales!” -Me sorprendí-
Y miré y miré...
“¡Huy! ¡Pero si no vamos vestidos de monjas! ¡Vamos vestidos de musulmanas!"
Y mi mente nublada empezó a poner las piezas en su sitio mientras la ex ovejita leprosa intentaba lamerme la boca, pero no pudo porque le di una cariñosa patada en la boca y se marchó muy contenta cantando una canción tradicional suiza.
Me puse muy nervioso, la oveja se me estaba convirtiendo en perro callejero con un repulsivo mal de piel visiblemente contagioso, por cierto, me lamía la oreja el bicho asqueroso, para mas drama el verde valle de Heidi se estaba mudando en un plató sucio y ceniciento repleto de cagadas de mono y córvido, menos mal que los tales monos y lo que quedaba de la gallina seguían allí o habría perdido la conciencia víctima de una confusión épica.
Busqué con los ojos algo certero donde apoyar mi frágil racionalidad, miré al elefante de granito, le miré, le miré, pero era solo eso, una talla en piedra bastante mal hecha:
“no tiene boca” –pensé- “que raro”
Seguí mirando, mirando, mirando entre aquella entelequia indiscreta, y vi al policía disfrazado, estaba haciendo pis en la rueda trasera izquierda de un artilugio a motor, sostenía su pene con una mano, jugueteando, haciendo rodar su miembro alegremente, dibujando rayitas de pipí por el chasis herrumbroso mientras usaba un dedo de la otra mano para limpiarse los dientes con su medicinal orina. Junto a él, dos niñas desnudas, sucias mas no poder, le miraban impenetrables, hurgándose la nariz, buscando posiblemente una salida airosa a sus dilemas.
“¿Este es policía?” –Me pregunté a mi mismo-
“¡Vaya uno a saber!” –Me exclamé levantando los hombros- “pero aquí pasa algo raro”
“Cierto” –me di la razón-
Pasa algo raro... Algo raro… Algo raro… Estaba yo como saliendo de un sueño y me hallaba a mi mismo espeso y trémulo, semejante a una teta.
Entonces vi a una monja acercándose tambaleante entre las ruinas al ex policía, que se sacudía el rabo con garbo, salpicando a las niñas sin recato ni pudor, la cual cosa divertía sobremanera a las nefandas que recibían las salpicaduras como si fueran lluvia de primavera.
La monja no parecía mostrar mayor acato por los monos y andaba a trompicones y empujones con los mismos, que si bien son primitivos no son valientes ni tienen el estigma de la heroicidad en sus genes, por tanto se arramblaban sumisos al paso de la pía religiosa que avanzaba haciendo eses hacia el ex policía cantando el Cara al Sol en perfecto castellano.
Me miré bien a la monja, luego a mi y a esa cosa negra que llevabamos puesta… Miré… Miré…
“¡Anda! ¡Pero si vamos vestidos iguales!” -Me sorprendí-
Y miré y miré...
“¡Huy! ¡Pero si no vamos vestidos de monjas! ¡Vamos vestidos de musulmanas!"
Y mi mente nublada empezó a poner las piezas en su sitio mientras la ex ovejita leprosa intentaba lamerme la boca, pero no pudo porque le di una cariñosa patada en la boca y se marchó muy contenta cantando una canción tradicional suiza.
part 7
Última edición por Evil 333 el Vie Abr 18, 2008 11:43 am, editado 3 veces