Frente a los Ojos del Poder, arrodillado, sánscritas coplas farfullando, un mono desnudo con turbante, coloreado de colores, sostenía una gallina (vivita y cloqueando) en alto, con las manos… Aplanado el mono, cabizbajo… Desalentado le razoné… Mas la razón ¡Hay la razón! Y la gallina ostentaba mirada de pánico,
por ventura presintiendo
que ajustado a aquel momento
el monito sacaría
una hoja afilada
y cortaría su cabeza
de una sola y vil tajada.
Sucediendo que, a raíz de tamaña violencia, la gallina sufrió un espasmo súbito, inesperado y de cinco punto tres grados en la escala de Rijter (o como quiera que llámese) engendrando semejante sobresalto en el primate que lanzó la gallina al aire al tiempo que emitía uno chillido barítono gutural en Si bm extremadamente agudo, muy molesto a la oída, que causó tremenda consternación, sobretodo a mi oveja, que sorprendentemente baló, fue el suyo un balido plañidero, lastimoso... La gallina, en un estado improbable de discernir (quien sabe lo que podría pensar o sentir aquel animal desposeído de cabeza) corrió dos metros emulando la marcha del pingüino con maestría, chocó contra el elefante de granito recalentado, giró sobre si misma, se tambaleó, cayó de lado sobre las desprevenidas escolopendras y empezó a sacudir espasmódicamente una de sus dos patitas, quedando así, volcada, estirando la pata con acritud y recogiéndola con calma para volver a extenderla con violencia, como si quisiera poner en marcha una moto invisible… Su sangre surgía creando un charquito vivificante, espeso, más negro que rojo, una sangre ácrata la de las gallináceas (se me ocurrió pensar en un lapso incoherente). Las convulsiones se prolongaban en demasía, a lo que puso repentino fin el elefante, de naturaleza pía, con un trompazo huraño, seco, que aplastó de la gallina el tórax y el abdomen despidiendo sus entrañas por allí donde acaba el abdomen (con un sonido ¡Flop! de un mal gusto extremado) proyectando las ya nombradas tripas aire allá, a tres metros de distancia… Por efecto de la gravedad cayó aquel deshecho al suelo haciendo un ruido indescriptiblemente inhumano, un ruido al que son alérgicos todos los seres vivos con aparato digestivo del Universo (yo tosí repetidamente y la vaca de la barraca se quejó de picores)
¡La caída del cogollo timoratto! -Exclamó un turista veneciano que casualmente se encontraba en el lugar de los hechos vendiendo góndalas a hurtadillas empujado por la miseria-
Un espectáculo que nadie debería morir sin ver en vivo y en directo… El derrame de pulpitas grisáceo amarillentas y viscosas por todo el verde césped y el respetable, que se regocijó por su buena ventura considerando el incidente una señal de buen agüero… Fue la perla del día. Gallina reventada, inmóvil, exánime, de las escolopendras nunca más se supo, pero cabe resolver que perecieron durante el curso de tan lírico fúnebres acontecimientos.
Grande era la belleza de aquella, la espiritual distracción de los monos desnudos con turbante que se alborozaban con sus ancestrales ritos y cantos mientras se escupían vivarachamente unos a otros.
part 5
Última edición por Evil 333 el Jue Abr 17, 2008 1:21 pm, editado 2 veces