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Estoy a jueves 25.07.2013. Me han dado el alta y ya estoy de vuelta en Ampana donde mañana espero coger el ferry a Gorontalo y conseguir otro visado de 30 días para ver si puedo disfrutar, finalmente, de alguna de las fantásticas playas que tiene este país.
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No me gusta mucho la playa, suele tener turistas. Un turista es alguien que se desplaza a lugares lejanos y ajenos para hacer exactamente lo mismo que hace en su tierra. La única diferencia es que tiene que levantarse más temprano por la mañana porque el desayuno es a las siete y a las ocho tiene que estar trabajando, visitando museos o deslomándose ajustando el paso tras guías sin piedad que les llevan al centro de junglas para ver cataratas desde lo alto de volcanes donde el caballero y la señora pueden apreciar mejor y de más cerca los humos y pestilencias que emanan cráter arriba. Lo realmente raro de los turistas es que suelen conocer mejor los países que visitan de lo que conocen el suyo propio.
¿Que qué tiene de malo un turista? Pues nada, pero suele tener pie de atleta, la piel se le cae a tiras y a cualquier hora puede aparecer con cinco wiskis metidos por el culo cantando flamenco o, peor aún, con una gorra y una banderita de su club de fútbol, cantando y además bailando flamenco.
Tampoco me gusta nada el sol, aunque hay que puntualizar que es muy útil para este planeta, sobretodo en estos tiempos que me han tocado para explorarlo. Es útil, no solo porque da luz y vitaminas esenciales para todos los seres que nacen, crecen, se reproducen y mueren en el mundo, además da cáncer de piel a los humanos, que suelen morir por esta causa, ayudando así a regular la explosión demográfica y el equilibrio natural de la vida.
No me gusta el sol porque brilla demasiado y eso me molesta sobremanera. Todo lo que brilla demasiado es por naturaleza egocéntrico, melómano… Las cosas y seres investidos de demasiado poder molestan a la vista y cuando aparecen todo cuanto puede moverse huye para no convertirse en miserable sombra bajo su resplandeciente luz.
Llegados a este punto, y porque ahora me acuerdo de hacerlo, debo advertir al posible lector que esto no lo escribo para publicarlo, en realidad es el informe para los grandes maestros de las culturas universales en mi planeta, que lo estudiarán y luego enseñarán a los adolescentes de mi raza. De todas maneras y en razón a que viajar constantemente en la Tierra es muy caro quizás pruebe a publicarlo para que si se convierte en número uno de ventas me permita acumular suficiente riqueza como para viajar acomodándome en hoteles de tres o cuatro estrellas en vez de en tugurios sin clase ni distinción donde solo unos pocos hablan inglés y nadie sabe un carajo de filosofía ni física quántica.
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No me gusta mucho la playa, suele tener turistas. Un turista es alguien que se desplaza a lugares lejanos y ajenos para hacer exactamente lo mismo que hace en su tierra. La única diferencia es que tiene que levantarse más temprano por la mañana porque el desayuno es a las siete y a las ocho tiene que estar trabajando, visitando museos o deslomándose ajustando el paso tras guías sin piedad que les llevan al centro de junglas para ver cataratas desde lo alto de volcanes donde el caballero y la señora pueden apreciar mejor y de más cerca los humos y pestilencias que emanan cráter arriba. Lo realmente raro de los turistas es que suelen conocer mejor los países que visitan de lo que conocen el suyo propio.
¿Que qué tiene de malo un turista? Pues nada, pero suele tener pie de atleta, la piel se le cae a tiras y a cualquier hora puede aparecer con cinco wiskis metidos por el culo cantando flamenco o, peor aún, con una gorra y una banderita de su club de fútbol, cantando y además bailando flamenco.
Tampoco me gusta nada el sol, aunque hay que puntualizar que es muy útil para este planeta, sobretodo en estos tiempos que me han tocado para explorarlo. Es útil, no solo porque da luz y vitaminas esenciales para todos los seres que nacen, crecen, se reproducen y mueren en el mundo, además da cáncer de piel a los humanos, que suelen morir por esta causa, ayudando así a regular la explosión demográfica y el equilibrio natural de la vida.
No me gusta el sol porque brilla demasiado y eso me molesta sobremanera. Todo lo que brilla demasiado es por naturaleza egocéntrico, melómano… Las cosas y seres investidos de demasiado poder molestan a la vista y cuando aparecen todo cuanto puede moverse huye para no convertirse en miserable sombra bajo su resplandeciente luz.
Llegados a este punto, y porque ahora me acuerdo de hacerlo, debo advertir al posible lector que esto no lo escribo para publicarlo, en realidad es el informe para los grandes maestros de las culturas universales en mi planeta, que lo estudiarán y luego enseñarán a los adolescentes de mi raza. De todas maneras y en razón a que viajar constantemente en la Tierra es muy caro quizás pruebe a publicarlo para que si se convierte en número uno de ventas me permita acumular suficiente riqueza como para viajar acomodándome en hoteles de tres o cuatro estrellas en vez de en tugurios sin clase ni distinción donde solo unos pocos hablan inglés y nadie sabe un carajo de filosofía ni física quántica.
