citado de memoria por Hugo Padeletti...
No es la paciencia de la sangre lo que llega a morir
ni el sueño ni el mármol de Delfor, sino el polvo
que se calienta entre las uñas.
Qué haces allí, tronchado sin
con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a los pies,
con tu espuma llena de ceniza, desdeñoso.
Todos te habrán estrechado la mano alguna vez,
y tú habrás bebido la cicuta en la soledad,
como un vaso de leche.
La sangre metida en su canal de hielo
-fuego sin aire- perdido. Si el tiempo hubiera sentido
como el sol y la luna presos;
si fuera útil vivir,
si fuera necesario,
qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.
Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo sin honor
con un haz de ramas en las manos.
Duerme, hijo triste, en tu desierto solo.
¡Esta palabra inútil!