A ti, libélula.
A catorce años de mí, ya
tenías alma; le dabas incipientes lecturas,
la alimentabas con palillos de madera
previamente encendidos
para calentarla por dentro.
Qué no hubiera dado yo entonces por verte
allí, bajo la cama
de tus nueve años. En ese tiempo viajaba de árbol
en árbol, sin encontrarme, repasando abalorios
con manos de ciego,
sacudiéndole el polvo a palabras
mal digeridas, olorosas a estiércol.
Vivía sinmigo las más de las veces
y tú tenías alma,
resulta que había un alma dentro de ti
sobrenadando entre los remolinos.
Y el tiempo, cavaba
sombras, hacía caminos
para dejarnos frente
a frente, desnudos,
anhelando este abrazo de años.
Agos-2008
O. Requena