en las tinieblas.
No te ven,
pero te sienten los ojos
estrellándose
en un cielo
a ras de la mano.
Solos y turbados,
deben dirigir su vuelo
hasta recibir la brisa
de bordes de la herida
y la tristeza
de un pecho despoblado.
Sombra entre sombras,
sombra
atada a la rutina:
blanca es tu piel,
negros tus cabellos
y tersos tus labios
que ofrecen
la espesa y cálida bebida.
En el día,
sola y abrigada,
árido el lecho
que riegas con tus lágrimas.
Sombra
entre sombras,
sombra anhelada en cada esquina.