1. A veces cantaba. A veces hablaba con Carlitos, o con Diego. A veces simplemente me quedaba en silencio, pero siempre, siempre, terminaba de la misma forma: sentada en el sillón de la casa de alguno mirando absorta el horizonte. 2. No podría decir que sé lo que nos unió. A Carlitos le gustaba mirar los partidos del Calcio Italiano mientras Diego declaraba su incompetencia en fútbol; yo, odiaba cualquier clase de deporte. Supongo que nuestro vínculo era sutil, tan sutil que ninguno de nosotros se dio cuenta del momento en que se rompió, o se terminó, y es altamente probable que ninguno de los tres, en caso de percatarse, hubiera sabido qué hacer. 3. Pero lo importante de nuestra historia es que no fue en vano. Miento, si alguien encuentra a Carlitos y le pregunta, quizá escuche como respuesta que no sirvió de nada. Diego diría que todo el mundo deja una huella que, sea buena o mala, es perdurable. El caso es que para mí no fue en vano, y eso es lo importante, porque aquí comienza parte de mi historia. 4. Omitiré el prólogo, lo que me pasó con ellos fue estúpido y las estupideces con preámbulos corren el riesgo de ser estupideces con mayúscula. 5. Un día me desperté recordando que había soñado con Carlitos. Iba vestido con sus jeans gastados, corría por la calle que llega hasta mi casa, gritaba mi nombre y yo reconocía su voz ronca y salía a recibirlo. Entonces veía su cara. La cara de ¿Diego? 6. Al día siguiente volví a soñar. Esta vez me encontraba en la azotea con Diego. Él me hablaba con su dulzura boba y lenta tan característica, mientras recordaba la escena de una película de Lynch. Yo había visto la película (Terciopelo Azul o más probablemente Carretera Perdida) pero no lo interrumpía. Diego me tomaba la mano y yo le acariciaba la barba. Nos besábamos con dulzura, deliciosamente. Luego su mano subía por mi espalda y el beso se convertía en una lucha vehemente. Quería separarme y su abrazo me lo impedía. Me sentía tomada por la fuerza. Después de un forcejeo conseguía soltarme de su lado, veía su cara. Era Carlitos. Desperté de inmediato, bañada en sudor. 7. Me encargué de recordarme quién era quién durante los días que precedieron mi visita a su casa. Carlos: el deportista, el bruto, el payaso. Diego: el dulce, el tranquilo, el intelectual. Carlos, el vehemente. Diego, el pacífico. 8. ¿Y el beso? 9. ¿Cuál beso? Después de una taza de café decidí olvidarlo. Esas cosas son riesgosas con los amigos. 10. El sábado de aquella semana, Carlitos pasó por mí a casa para ir juntos a visitar a Diego. Estaba nerviosa. Él me hablaba con pasión del próximo partido, el Inter sería a todas luces el nuevo campeón de la Liga Italiana. Diego abrió la puerta con un gesto serio. "Pasen", dijo, "siéntense en la alfombra si quieren". Yo no quería pero me senté con las piernas cruzadas, estirando el vestido como si me importara parecer señorita. ¿Mencioné que estaba nerviosa? 11. En el fondo, yo sabía que esa tarde iba a ocurrir algo, aunque no quisiera. Lo vi en los ojos de Diego cuando abrió la puerta; lo intuí en la forma en que Carlitos pronunciaba el futuro de la Copa Europea. Ambos me miraban como si supieran todo, todo lo que yo no sabía. O no quería saber. 12. Siempre he dicho que los sueños son proféticos. Una vez Diego me había llamado ‘Susana, la pitonisa’. Diego siempre sabía de lo que hablaba y, aunque no sabía que era pitonisa, pensaba que los sueños proféticos eran algo para tener ojo. 13. Volviendo a escena: estábamos sentados en la alfombra de la sala. Bebiendo ron, creo. Comencé a mirarlos alternadamente. Diego, Carlitos. Carlitos. Diego. Carlitos. Los labios de Diego. Las manos de Carlitos. La cabeza de Carlitos sobre el cuello de Diego. Estaba mareada y no era por el ron. "¿Te pasa algo, Su?". Me levanté tambaleante y me deshice en el sillón entre llantos espasmódicos y quejidos. 14. "¿Puedes calmarte y decirnos qué te ocurre?" 15. Pensé callarme pero para ése entonces mi boca ya lo había dicho todo. Estaba severamente enamorada de ambos. 16. "Será mejor que no nos veamos más", sentenció Diego. "Su, te dejaré en tu casa y no volveré a buscarte", dijo Carlitos con una voz que me sonó agria, dura, decidida. "Está bien", musité. 17. Ya sabía yo que no debía juntarme demasiado con una pareja como ellos. Tanto amor y una tan sola. Los olvidé el invierno pasado a punta de café y de hablar con mis gatos y con algún vecino. 18. Anoche, plenilunio, volví a soñar. Mi cara, creo que era mi cara, pero no mi pelo. 19. Mañana salgo a buscar de quién es.
OltreParole || 2006