Las nubes de la mañana son rosadas, poco a poco el sol las pinta de
oro, la mañana avanza y se vuelven blancas, blancas como algodón. La
carretera es una negra serpiente que atraviesa lo verde de la llanura,
todavía puede verse la escarcha como diamantes aferrados del césped al
costado del camino. Los ojos parecen que jamás se hubieran cerrado,
seis horas de sueño parecieran no haber hecho efecto, todo se puso
negro, por cinco milisegundos.
¿Y esto qué es? La luna
sobre mi cabeza... estrellas, aún sabe a café mi boca, ¿no brillaba el
sol hace unos segundos? Dónde estoy...
La puerta del
auto, perezosa se abre, los pies pisan barro, una enorme roca lo lleva
directo a cer sobre su cara en un suelo de lodo, polvo y desperdicios,
los ojos no alcanzan a ver nada mas que la agonizante luz de luna color
miel, esparciéndose en el horizonte.
Dónde estoy... no es mi carretera.
No ve nada, no ve a nadie, no escucha nada, solo su entrecortada respiración y sus latidos acelerados.
Dónde estoy, maldición! Holaaa..!
Grita inútilmente.
Dando tumbos llega al costado del camino, el auto estaba tendido a un
costado, como si hubiera volcado, con la luz de un encendedor trata de
buscar el celular en la guantera, solo hay papeles y polvo, un teléfono
muerto yacía junto a la llanta desinflada del Ford rojo, viejo y
oxidado.
¿Qué le pasó a mi auto? Qué le pasó a mi auto! Está oxidado, está muerto!
se toca la ropa, esta vieja y casi húmeda, el pelo creció sobre sus hombros, la barba le cubría el rostro.
¿Desde cuándo? Estoy volviéndome loco, o estoy soñando!
Prendió nuevamente el encendedor que ya daba sus últimas llamaradas de
vida, se apagó... sus ojos se acostumbraron a la más absoluta
oscuridad. Varios Pasos torpes lo llevaron a cruzar la carretera, llena
de pozos, baches y autos corroídos por el agua, la lluvia, el tiempo y
el olvido, una ventanilla dejaba ver una luz y una leve música salía
desde una camioneta retorcida. Se acercó con precaución.
Unos
bultos inertes yacían dentro, polvo y papeles, jirones de espuma y
cuero eran los asientos, se asomó dentro y tras un grito de horror,
corrió huyendo del esqueleto que exhibía una calavera, pálida blanca
bajo la luna color miel...
Corrió y corrió hasta que cayó rendido
por el cansancio, unos minutos estuvo tendido en el pavimento de
aquella carretera muerta, lo sorprendió el suelo vibrar bajo sus
mejillas pegadas en la negrura de la calle. Casi de un salto se levantó.
Acá! Estoy vivo! Solo! No se dónde estoooy...!
Una fila de seis jeeps pasaron a su lado sin siquiera disminuír la velocidad.
No se dónde estoooy....! Ni que hago acá...
Dijo mientras se echaba sentado al piso.
Levántate! ¿Qué te pasa?
Se quedó pasmado, un hombre alto de rostro duro, vestido como militar, le gritó.
No se que me pasa! No se que hago acá!
Servir, como todos, ya vete antes que se me acabe el efecto del alcohol y te deje como colador de pasta!
Dijo sacando una metralleta.
Corrió como si el demonio le pisara los talones, se chocó con una cerca
metálica, cayó al piso y una luz lo encegueció. Muchos jeeps
camuflados, helicópteros, gente con cadenas, atados en filas como
hilera de esclavos, niños, grandes, mujeres ancianos...
¿Qué es esto?
Mientras estaba tratando de levantarse, otro gigante camuflado lo tomó del hombro y lo levantó como a cucaracha del ala.
¿Cómo te escapaste?
No me escapé de ningún lado! Venía manejando esta mañana, el sol brillaba! de repente aparecí aquí!
El sol brillaba... ¿Es una broma?
No
El sol no brilla, vuelve a tu fila inepto, antes que trapee el piso de mi baño con tu cara!
Quien sabe cuantas horas habían pasado, le raparon el cabello y lo
vistieron como presidiario, lo ataron de pies y manos a una cadena fría
que daba choques eléctricos si intentaba alejarse de la fila, caminó
como si una extraña droga lo poseyera, no entendía absolutamente nada,
no podía gritar, ni llorar ni hablar.
Estuvo picando granito y
mármol durante horas con una herramienta obsoleta, que ni conocía, el
sol no salía y la lengua la tenía pegada en el paladar, pasaron horas y
se entregó a la locura, en un momento cayó al suelo, una patada lo
levantó, alguien gritó, bombardeo! y todos fueron encerrados en un
sótano bajo tierra.
Una niña lo miró, se acercó a él con curiosidad.
Sos nuevo, no sos de acá?
No sé.
Se nota, debes huír, vos podés volver, no te tatuaron. Sos un N.N.
Mostró un enorme tatuaje negro la niña preciosa, con dos ojos como de esmeralda.
Cuando rompan fila, saltá la cerca y solo corré.
Mas y mas horas pasaron, llevaba días que parecían meses sin comer, sin
bañarse sin respirar el aire puro, que ahora olía a hollín. Un diario
en el piso decía "Febrero 15, 2070" En su brazo derecho una enorme
mujer con acento extraño le marcó un número en tinta azul.
Una lágrima corrió por su mejilla, se agarró la cabeza, entregado a la demencia.
Un rato después los llevaron a bañarse, él recordó las duchas en los
ghetos, tuvo miedo, vió la cerca, sin pensarlo sacó fuerzas de donde no
tenía y corrió, corrió y corrió...
Un grito lo asustó, un dolor agudo en la espalda lo derribó.
Las nubes de la mañana están rosadas, poco a poco el sol las pintó de
oro, la mañana avanzó y se volvieron blancas, la escarcha se derretía
muy lentamente cada segundo, se refregó los ojos, el auto estaba mal
estacionado a un costado de la carretera, su reloj estaba detenido, sin
entender nada se refregó los ojos de nuevo, no había barba, ni
oscuridad, ni grilletes ni la lengua estaba pegada en su paladar, con
una sonrisa encendió el motor que arrancó caprichosamente, mientras
manejaba sintió la alegría que uno siente al despertar de una
pesadilla, en un momento sintió sueño, la espalda le dolía, un rastro
de sangre viejo había en el auto, se quitó la camisa, otra vez estaba
confundido, su brazo, mostraba orgulloso, la leyenda en tinta azul,
"N.N 0007685 Febrero 15, 2070."
De mis colecciones del 360º
oro, la mañana avanza y se vuelven blancas, blancas como algodón. La
carretera es una negra serpiente que atraviesa lo verde de la llanura,
todavía puede verse la escarcha como diamantes aferrados del césped al
costado del camino. Los ojos parecen que jamás se hubieran cerrado,
seis horas de sueño parecieran no haber hecho efecto, todo se puso
negro, por cinco milisegundos.
¿Y esto qué es? La luna
sobre mi cabeza... estrellas, aún sabe a café mi boca, ¿no brillaba el
sol hace unos segundos? Dónde estoy...
La puerta del
auto, perezosa se abre, los pies pisan barro, una enorme roca lo lleva
directo a cer sobre su cara en un suelo de lodo, polvo y desperdicios,
los ojos no alcanzan a ver nada mas que la agonizante luz de luna color
miel, esparciéndose en el horizonte.
Dónde estoy... no es mi carretera.
No ve nada, no ve a nadie, no escucha nada, solo su entrecortada respiración y sus latidos acelerados.
Dónde estoy, maldición! Holaaa..!
Grita inútilmente.
Dando tumbos llega al costado del camino, el auto estaba tendido a un
costado, como si hubiera volcado, con la luz de un encendedor trata de
buscar el celular en la guantera, solo hay papeles y polvo, un teléfono
muerto yacía junto a la llanta desinflada del Ford rojo, viejo y
oxidado.
¿Qué le pasó a mi auto? Qué le pasó a mi auto! Está oxidado, está muerto!
se toca la ropa, esta vieja y casi húmeda, el pelo creció sobre sus hombros, la barba le cubría el rostro.
¿Desde cuándo? Estoy volviéndome loco, o estoy soñando!
Prendió nuevamente el encendedor que ya daba sus últimas llamaradas de
vida, se apagó... sus ojos se acostumbraron a la más absoluta
oscuridad. Varios Pasos torpes lo llevaron a cruzar la carretera, llena
de pozos, baches y autos corroídos por el agua, la lluvia, el tiempo y
el olvido, una ventanilla dejaba ver una luz y una leve música salía
desde una camioneta retorcida. Se acercó con precaución.
Unos
bultos inertes yacían dentro, polvo y papeles, jirones de espuma y
cuero eran los asientos, se asomó dentro y tras un grito de horror,
corrió huyendo del esqueleto que exhibía una calavera, pálida blanca
bajo la luna color miel...
Corrió y corrió hasta que cayó rendido
por el cansancio, unos minutos estuvo tendido en el pavimento de
aquella carretera muerta, lo sorprendió el suelo vibrar bajo sus
mejillas pegadas en la negrura de la calle. Casi de un salto se levantó.
Acá! Estoy vivo! Solo! No se dónde estoooy...!
Una fila de seis jeeps pasaron a su lado sin siquiera disminuír la velocidad.
No se dónde estoooy....! Ni que hago acá...
Dijo mientras se echaba sentado al piso.
Levántate! ¿Qué te pasa?
Se quedó pasmado, un hombre alto de rostro duro, vestido como militar, le gritó.
No se que me pasa! No se que hago acá!
Servir, como todos, ya vete antes que se me acabe el efecto del alcohol y te deje como colador de pasta!
Dijo sacando una metralleta.
Corrió como si el demonio le pisara los talones, se chocó con una cerca
metálica, cayó al piso y una luz lo encegueció. Muchos jeeps
camuflados, helicópteros, gente con cadenas, atados en filas como
hilera de esclavos, niños, grandes, mujeres ancianos...
¿Qué es esto?
Mientras estaba tratando de levantarse, otro gigante camuflado lo tomó del hombro y lo levantó como a cucaracha del ala.
¿Cómo te escapaste?
No me escapé de ningún lado! Venía manejando esta mañana, el sol brillaba! de repente aparecí aquí!
El sol brillaba... ¿Es una broma?
No
El sol no brilla, vuelve a tu fila inepto, antes que trapee el piso de mi baño con tu cara!
Quien sabe cuantas horas habían pasado, le raparon el cabello y lo
vistieron como presidiario, lo ataron de pies y manos a una cadena fría
que daba choques eléctricos si intentaba alejarse de la fila, caminó
como si una extraña droga lo poseyera, no entendía absolutamente nada,
no podía gritar, ni llorar ni hablar.
Estuvo picando granito y
mármol durante horas con una herramienta obsoleta, que ni conocía, el
sol no salía y la lengua la tenía pegada en el paladar, pasaron horas y
se entregó a la locura, en un momento cayó al suelo, una patada lo
levantó, alguien gritó, bombardeo! y todos fueron encerrados en un
sótano bajo tierra.
Una niña lo miró, se acercó a él con curiosidad.
Sos nuevo, no sos de acá?
No sé.
Se nota, debes huír, vos podés volver, no te tatuaron. Sos un N.N.
Mostró un enorme tatuaje negro la niña preciosa, con dos ojos como de esmeralda.
Cuando rompan fila, saltá la cerca y solo corré.
Mas y mas horas pasaron, llevaba días que parecían meses sin comer, sin
bañarse sin respirar el aire puro, que ahora olía a hollín. Un diario
en el piso decía "Febrero 15, 2070" En su brazo derecho una enorme
mujer con acento extraño le marcó un número en tinta azul.
Una lágrima corrió por su mejilla, se agarró la cabeza, entregado a la demencia.
Un rato después los llevaron a bañarse, él recordó las duchas en los
ghetos, tuvo miedo, vió la cerca, sin pensarlo sacó fuerzas de donde no
tenía y corrió, corrió y corrió...
Un grito lo asustó, un dolor agudo en la espalda lo derribó.
Las nubes de la mañana están rosadas, poco a poco el sol las pintó de
oro, la mañana avanzó y se volvieron blancas, la escarcha se derretía
muy lentamente cada segundo, se refregó los ojos, el auto estaba mal
estacionado a un costado de la carretera, su reloj estaba detenido, sin
entender nada se refregó los ojos de nuevo, no había barba, ni
oscuridad, ni grilletes ni la lengua estaba pegada en su paladar, con
una sonrisa encendió el motor que arrancó caprichosamente, mientras
manejaba sintió la alegría que uno siente al despertar de una
pesadilla, en un momento sintió sueño, la espalda le dolía, un rastro
de sangre viejo había en el auto, se quitó la camisa, otra vez estaba
confundido, su brazo, mostraba orgulloso, la leyenda en tinta azul,
"N.N 0007685 Febrero 15, 2070."
De mis colecciones del 360º