Me pregunto, me pregunto y te pregunto porque necesito saber y compartir. Porque duele no entender como uno puede llevar un dolor tan adentro.
¿Es la duda la que aprisiona el tormento, o la locura por saberme premeditadamente culpable?
No puedo dejar de pensar en el cadáver de la muchacha que encontraron hace un par meses al pie de mi edificio.
Esa mujer según pude enterarme, en el informe del forense expresaba muy claro, causal del deceso: sobredosis de amor.
Desde entonces es que busco en mis memorias algún recuerdo que sea grato y en el mejor de los casos apenas si logro verle, aunque siempre de espaldas como si yo fuese viento cargado de arena que arrecia... mas no es siquiera un recuerdo.
¿Qué fue lo que sucedió? Me mantengo relajado e imagino que sujeto sus hombros, y con la mas sincera intención le digo, “lo siento”... y su cuerpo se disuelve entre mis manos.
Recién al rato me percato de que estoy solo, sentado en mi celda a oscuras.
Los recuerdos se diluyen con el tiempo y queda la pesadez de la culpa y el encierro, consciente de saberme vacío, cada día más, en remordimientos me pierdo.
Acomodo la cama, se apagan las últimas luces, y solo trato de comprender como la necedad de un instante se trasformó en esta tortura entre locura, amor y muerte.
¿Es la duda la que aprisiona el tormento, o la locura por saberme premeditadamente culpable?
No puedo dejar de pensar en el cadáver de la muchacha que encontraron hace un par meses al pie de mi edificio.
Esa mujer según pude enterarme, en el informe del forense expresaba muy claro, causal del deceso: sobredosis de amor.
Desde entonces es que busco en mis memorias algún recuerdo que sea grato y en el mejor de los casos apenas si logro verle, aunque siempre de espaldas como si yo fuese viento cargado de arena que arrecia... mas no es siquiera un recuerdo.
¿Qué fue lo que sucedió? Me mantengo relajado e imagino que sujeto sus hombros, y con la mas sincera intención le digo, “lo siento”... y su cuerpo se disuelve entre mis manos.
Recién al rato me percato de que estoy solo, sentado en mi celda a oscuras.
Los recuerdos se diluyen con el tiempo y queda la pesadez de la culpa y el encierro, consciente de saberme vacío, cada día más, en remordimientos me pierdo.
Acomodo la cama, se apagan las últimas luces, y solo trato de comprender como la necedad de un instante se trasformó en esta tortura entre locura, amor y muerte.