Me envuelvo en puñal de invierno
escuchando bajo un frío manto
bandadas de canto eléctrico y tierno
de currucas abrazándome con su canto.
Se corta el tiempo en pedazos,
cortos fragmentos de amarillo astro
que atemperan mi piel sin abrazos
teñida de muerte, de oscuro rastro.
Vida invisible aplastada bajo roca
atrapada en quietud, sobre quietud
que rodea el contorno de mi boca
condenada a un silencio de ataúd
Vuelo abstracto de colirrojo alardeando
sonroja al silencio de retirada,
a la savia del olivo que murió abandonando
el baile de su primavera amada.
Sueño sobre las brumas de la noche
con brillos de ojos que hablen de vida
y me aparten de la locura.
Despierto con el canto del mirlo como broche
en un nuevo día, con mi sol ya en salida
borrando marcas de amargura.