Perro Alfa
Durante mi estadía en Sundance en enero del 2006, una serie de problemas ajenos al festival – poco dinero, un alojamiento a kilómetros de las sedes, poca organización de mi parte – me impidieron ver muchas películas recomendables. Desde entonces he estado atento cada vez que algunas de estas aparecen en el cine, el cable, o en copia pirata de Polvos Azules, para poder desquitarme con el frío invernal de Park City. Tal es el caso de Alpha Dog de Nick Cassavetes, que llega por lo bajo a la cartelera limeña, tras más de un año de retraso y con el flojísimo pero comprensible titulo de Juegos Prohibidos.
Basado en la vida real de Jesse James Hollywood, quien a los 20 años se convirtió en la persona más joven dentro de la lista de los diez más buscados del FBI, el film cuenta la historia de Johnny Truelove (Emile Hirsch), líder de una pandilla de fumones vagos que se dan la gran vida vendiendo drogas en California. Un pleito con el psicópata Jake Mazursky (Ben Foster) lleva a Johnny a raptar al hermanastro de su rival, Zack (Anton Yelchin) y mantenerlo de rehén hasta saldar la deuda.
Para Zack, la estadía con Truelove y su banda es un sueño hecho realidad: para un inocente sobreprotegido por sus padres y aburrido en casa, este nuevo mundo de diversión, sexo, drogas y alcohol es un símbolo de libertad y pronto, el chico se vuelve parte de la pandilla. Para cuando la realidad los alcanza a todos, ya es demasiado tarde para dar vuelta atrás.
En su retrato de una juventud corrompida destinada a acabar mal, la película recuerda mucho a Bully de Larry Clark, pero sin las inclinaciones pederastas. Johnny y sus amigos no son más que chicos privilegiados, aburridos de depender de mamá y papá, que quieren jugar a ser matones. Para ellos, el rapto de Zack no es más que un juego, una manera infantil de provocar a Jake y aumentar una tonta rivalidad que no va a ser resuelta con ese nivel de inmadurez. De ahí que no sepan que hacer con el chico y no tengan ningún problema en aceptarlo como un amigo más. Una vez que se den cuenta de las consecuencias de lo que están haciendo, toman una decisión irracional que lleva a un clímax previsible, pero no por eso menos impactante, donde la realidad les cae como un baldazo de agua fría.
Al principio, da la impresión que Cassavetes sólo busca presentar viñetas de todo este grupo tonteando, tomando, consumiendo drogas y actuando como remedos de gangsters; la historia no toma vuelo hasta que Zack es raptado, volviéndose el centro moral del relato y la persona con la que el público se identifica. La relación que forma con Frankie Ballenbacher (Justin Timberlake), denominado su guardián, es lejos, lo más destacable. Para sorpresa mia (y estoy seguro, de muchos), Justin hace un auspicioso salto al cine, representando muy bien el conflicto interno de Frankie frente a la estupidez que están cometiendo, en especial en las escenas finales. Para los que están acostumbrados a verlo como cantante pop amanerado, esto es una sorpresa; el artista se sumerge por completo en el papel.
Alpha Dog es también entonces una muestra para jóvenes talentos. Anton Yelchin es perfectamente inocente como Zack y Ben Foster crea un psicópata intenso y volátil digno de Dennis Hopper en su mejor época. Bruce Willis y Sharon Stone aportan su experiencia, pero sus papeles son meramente secundarios.
Historias de juventudes perdidas hay miles y esta ciertamente no pretende cambiar el género. Pero el hecho que sea una historia real la hace más impactante y deja bien claro lo mal que pueden salir las cosas cuando un grupo de chicos con mucho tiempo libre y dinero hacen lo que quieren y no hay nadie que los guíe.
Durante mi estadía en Sundance en enero del 2006, una serie de problemas ajenos al festival – poco dinero, un alojamiento a kilómetros de las sedes, poca organización de mi parte – me impidieron ver muchas películas recomendables. Desde entonces he estado atento cada vez que algunas de estas aparecen en el cine, el cable, o en copia pirata de Polvos Azules, para poder desquitarme con el frío invernal de Park City. Tal es el caso de Alpha Dog de Nick Cassavetes, que llega por lo bajo a la cartelera limeña, tras más de un año de retraso y con el flojísimo pero comprensible titulo de Juegos Prohibidos.
Basado en la vida real de Jesse James Hollywood, quien a los 20 años se convirtió en la persona más joven dentro de la lista de los diez más buscados del FBI, el film cuenta la historia de Johnny Truelove (Emile Hirsch), líder de una pandilla de fumones vagos que se dan la gran vida vendiendo drogas en California. Un pleito con el psicópata Jake Mazursky (Ben Foster) lleva a Johnny a raptar al hermanastro de su rival, Zack (Anton Yelchin) y mantenerlo de rehén hasta saldar la deuda.
Para Zack, la estadía con Truelove y su banda es un sueño hecho realidad: para un inocente sobreprotegido por sus padres y aburrido en casa, este nuevo mundo de diversión, sexo, drogas y alcohol es un símbolo de libertad y pronto, el chico se vuelve parte de la pandilla. Para cuando la realidad los alcanza a todos, ya es demasiado tarde para dar vuelta atrás.
En su retrato de una juventud corrompida destinada a acabar mal, la película recuerda mucho a Bully de Larry Clark, pero sin las inclinaciones pederastas. Johnny y sus amigos no son más que chicos privilegiados, aburridos de depender de mamá y papá, que quieren jugar a ser matones. Para ellos, el rapto de Zack no es más que un juego, una manera infantil de provocar a Jake y aumentar una tonta rivalidad que no va a ser resuelta con ese nivel de inmadurez. De ahí que no sepan que hacer con el chico y no tengan ningún problema en aceptarlo como un amigo más. Una vez que se den cuenta de las consecuencias de lo que están haciendo, toman una decisión irracional que lleva a un clímax previsible, pero no por eso menos impactante, donde la realidad les cae como un baldazo de agua fría.
Al principio, da la impresión que Cassavetes sólo busca presentar viñetas de todo este grupo tonteando, tomando, consumiendo drogas y actuando como remedos de gangsters; la historia no toma vuelo hasta que Zack es raptado, volviéndose el centro moral del relato y la persona con la que el público se identifica. La relación que forma con Frankie Ballenbacher (Justin Timberlake), denominado su guardián, es lejos, lo más destacable. Para sorpresa mia (y estoy seguro, de muchos), Justin hace un auspicioso salto al cine, representando muy bien el conflicto interno de Frankie frente a la estupidez que están cometiendo, en especial en las escenas finales. Para los que están acostumbrados a verlo como cantante pop amanerado, esto es una sorpresa; el artista se sumerge por completo en el papel.
Alpha Dog es también entonces una muestra para jóvenes talentos. Anton Yelchin es perfectamente inocente como Zack y Ben Foster crea un psicópata intenso y volátil digno de Dennis Hopper en su mejor época. Bruce Willis y Sharon Stone aportan su experiencia, pero sus papeles son meramente secundarios.
Historias de juventudes perdidas hay miles y esta ciertamente no pretende cambiar el género. Pero el hecho que sea una historia real la hace más impactante y deja bien claro lo mal que pueden salir las cosas cuando un grupo de chicos con mucho tiempo libre y dinero hacen lo que quieren y no hay nadie que los guíe.