Aquí los dejo, a modo de intento retrospectivo, para conversar conmigo qué cosas quisiera rescatar de ahí.
A
PIROTECNIA
|
Lo misterioso de mi cuerpo
está anclado
a otro muelle inasible
no hay dimensiones
que lo atraviesen:
cualquier medida es polvo
esfumándose;
tiempo
flechas enormes
de otra sinfonía
y esta barca
sólo un gran hoyo:
vil intento
de tragarse el mar.
||
Sólo
para darme el gusto
de estar en algún sitio
pongo aquí mi brazo
y mis dientes
a estribor.
Aunque no esté unida
mírame
como si el cielo
se mantuviera arriba
y la mejilla inflamada
que no encuentro
fuera una estrella.
|||
Este levantamiento
de cuerpos despedazados, es
apoyarse invariablemente
sobre un codo contuso
voy por el rompecabezas
y todos mis costados sirven
para juntar las partes
todas las palabras
la poesía
instrumentalización:
por sobre todas las cosas
no hay mano
que no sea pirotécnica.
TRASLACIONES
I. Del sueño a la vigilia.
Antes del amanecer es el odio.
No el amable, justificado temblor
precediendo a la ira,
sino el cuerpo que odia
al cuerpo odiado.
Los hombres sólo conocen
una forma de odiar.
Yo
por eso, me siento enajenada:
el que odia y lo odiado se confunden
y no sabemos escapar
de la ambivalencia.
La realidad es un espejo
cuyo brillo nos distrae:
lo que se dice
no es más que algo-nombrado
de tal forma que el fuego
no es fuego
sino algo-quemándose
en medio de la hoguera.
***
Para no hacer del odio
una palabra llena
hay que quitarle cuerpo(s)
despejarlo
como si fuese la incógnita
de una ecuación cuadrática.
Antes del amanecer,
el fuego.
Evitar el incendio es lo imprescindible.