A Don Francisco de Quevedo
Mi amado poeta hablaste con presteza
y una vez más te lanzan al destierro
¿cómo has podido cometer tal yerro?
prefiriendo a Santiago y no a Teresa.
Nada puedo yo hacer por retenerte
no mostraste cordura ni prudencia
actuaste nuevamente con vehemencia
de Olivares no puede protegerte.
San Marcos frío te dan como destino
las tristes rejas del sombrío convento
serán para los dos un cruel tormento
aunque a muchos parezca un desatino.
Aquí esperaré ¡tantas veces lo he hecho!
regresarás con tu capa y tu espada
tomarás a tu pluma tan amada
y sanarás mi corazón maltrecho.
Con un soneto me sabré querida
mis caricias serán tu único abrazo
dormitarás cansando en mi regazo
y una vez más te entregaré mi vida…
El conde-duque de Olivares fue durante una época protector de D. Francisco de Quevedo y le distinguió con el título honorífico de secretario real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro su estatus político al mantener su oposición a la elección de santa Teresa como patrona de España en favor de Santiago Apóstol, a pesar de las recomendaciones del conde-duque de Olivares de que no se manifestara, lo cual le valió, en 1628, un nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Por eso yo, su eterna enamorada, esta noche en que lo recuerdo tanto, le escribí este poemita.
Mi amado poeta hablaste con presteza
y una vez más te lanzan al destierro
¿cómo has podido cometer tal yerro?
prefiriendo a Santiago y no a Teresa.
Nada puedo yo hacer por retenerte
no mostraste cordura ni prudencia
actuaste nuevamente con vehemencia
de Olivares no puede protegerte.
San Marcos frío te dan como destino
las tristes rejas del sombrío convento
serán para los dos un cruel tormento
aunque a muchos parezca un desatino.
Aquí esperaré ¡tantas veces lo he hecho!
regresarás con tu capa y tu espada
tomarás a tu pluma tan amada
y sanarás mi corazón maltrecho.
Con un soneto me sabré querida
mis caricias serán tu único abrazo
dormitarás cansando en mi regazo
y una vez más te entregaré mi vida…
El conde-duque de Olivares fue durante una época protector de D. Francisco de Quevedo y le distinguió con el título honorífico de secretario real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro su estatus político al mantener su oposición a la elección de santa Teresa como patrona de España en favor de Santiago Apóstol, a pesar de las recomendaciones del conde-duque de Olivares de que no se manifestara, lo cual le valió, en 1628, un nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Por eso yo, su eterna enamorada, esta noche en que lo recuerdo tanto, le escribí este poemita.