y el peso de la tierra,
tan fría y negra
me aprisiona en una cárcel
diminuta y sin puertas
de madera funesta...
Sin posibilidad de escape
y ni una rendija abierta.
Enterrada me siento...
y el aire ¡bendito ese aire!
que colmaba mis pulmones
ahora me es tan ajeno.
Un olor acre a encierro
circula por mi sangre
y, presa del miedo incipiente
lanzo un grito callado
que en eco macabro se expande
Enterrada soy...
con un rosario brillante
y vestiduras blancas
que ya no son mías
Y una medalla de oro
y mis recuerdos de niña
de una noche de sangre
diluida en mi memoria
que se siente tan lejana
y ya no significa nada...