Bailoteo descuidada
huyendo del repique
incesante de las palabras
[que me golpean]
pero vuelvo recurrente
una y otra vez
a danzar entre los espacios
[conocidos, deseados]
absorbiendo
las hieles que se degradan
de los sentires amargos
y me condeno
Destierro lo que queda de mi intelecto
renunciando a seguir pensando
me niego!
y reniego
de mi propia estupidez
[culpando]
a ese inquilino insensato del espacio toráxico
que se empeñó en validar cada palabreja
creada con sapiencia ilusoria del
arte malsano que morirá en las manos
de aquel
que al moldear las palabras
miente (me, se)
[descaradamente]
Me declaro culpable de avasallar sentires
-de errar-
y herir, matando en esa encrucijada
-también-
mi propia alma
Como pena se dicta
el aislamiento del culpable
[premeditado]
que quedará confinado
a los requisios inauditos
del sin fin de las dolencias
porque se ha negado
conscientemente
a sentir
todo eso que ahora anhela
y que habiendo tenido
ha despreciado
[aunque conserva algún que otro rastro]
Fluyen en concordancia
los lamentos lastimeros,
las gotas salobres
que por sentir se derraman,
y arrastran las penas
sus pisadas raudas,
se plantean incesantes
las posibilidades que
inquietas interpelan
cómo rectificar el entuerto,
si no hay palabras siquiera
Todas huyeron cobardes
y perdieron en su carrera
[las ansias]
Vaga entonces el sentido
hueco de las ausencias llanas,
solo queda el consuelo
de haber recuperado
la entereza,
el ser real,
pero sobre todo
la calma.
[Vuelvo a ser yo]
Esa la de la
frágilidad inocente,
que reniega
de lo efímero y lo banal
Intensa y fugaz,
que se arriesga
a mutar el sentido,
y transmutar
los sonidos
La que sugiere
A veces el caos,
otras la tempestad
y a ratos la calma llana
de vez en cuando
se rescata y origina
unos pocos manuscritos,
[desvariando]
pariéndo con tino
un golpe certero,
un sentimiento entero
que cuela, llega
-y se dá-
Se vuelve a ser
ardor melancólico,
esencia concentrada
seductora y obstinada,
la que sangra
la vena impenetrable,
misterio y sutil en la mirada.
Susurros, silencios
misterios
que saben contar
[y cortar]
el color del fuego.
Cálida y hostil,
soy mujer
y capricho de niña.
Sonrisa,
y diálogo
y grito,
y empatía
[con las víctimas]
¿Eres tú o soy yo, esencia que vives y desoyes al cálido viento frío?
Y permanezco
abordable
y contradictoria,
emanando de mi
la ruptura
y en una jaula etérea
me desvacío
y la lleno.
Soy una mujer,
una metáfora imperfecta.
huyendo del repique
incesante de las palabras
[que me golpean]
pero vuelvo recurrente
una y otra vez
a danzar entre los espacios
[conocidos, deseados]
absorbiendo
las hieles que se degradan
de los sentires amargos
y me condeno
Destierro lo que queda de mi intelecto
renunciando a seguir pensando
me niego!
y reniego
de mi propia estupidez
[culpando]
a ese inquilino insensato del espacio toráxico
que se empeñó en validar cada palabreja
creada con sapiencia ilusoria del
arte malsano que morirá en las manos
de aquel
que al moldear las palabras
miente (me, se)
[descaradamente]
Me declaro culpable de avasallar sentires
-de errar-
y herir, matando en esa encrucijada
-también-
mi propia alma
Como pena se dicta
el aislamiento del culpable
[premeditado]
que quedará confinado
a los requisios inauditos
del sin fin de las dolencias
porque se ha negado
conscientemente
a sentir
todo eso que ahora anhela
y que habiendo tenido
ha despreciado
[aunque conserva algún que otro rastro]
Fluyen en concordancia
los lamentos lastimeros,
las gotas salobres
que por sentir se derraman,
y arrastran las penas
sus pisadas raudas,
se plantean incesantes
las posibilidades que
inquietas interpelan
cómo rectificar el entuerto,
si no hay palabras siquiera
Todas huyeron cobardes
y perdieron en su carrera
[las ansias]
Vaga entonces el sentido
hueco de las ausencias llanas,
solo queda el consuelo
de haber recuperado
la entereza,
el ser real,
pero sobre todo
la calma.
[Vuelvo a ser yo]
Esa la de la
frágilidad inocente,
que reniega
de lo efímero y lo banal
Intensa y fugaz,
que se arriesga
a mutar el sentido,
y transmutar
los sonidos
La que sugiere
A veces el caos,
otras la tempestad
y a ratos la calma llana
de vez en cuando
se rescata y origina
unos pocos manuscritos,
[desvariando]
pariéndo con tino
un golpe certero,
un sentimiento entero
que cuela, llega
-y se dá-
Se vuelve a ser
ardor melancólico,
esencia concentrada
seductora y obstinada,
la que sangra
la vena impenetrable,
misterio y sutil en la mirada.
Susurros, silencios
misterios
que saben contar
[y cortar]
el color del fuego.
Cálida y hostil,
soy mujer
y capricho de niña.
Sonrisa,
y diálogo
y grito,
y empatía
[con las víctimas]
¿Eres tú o soy yo, esencia que vives y desoyes al cálido viento frío?
Y permanezco
abordable
y contradictoria,
emanando de mi
la ruptura
y en una jaula etérea
me desvacío
y la lleno.
Soy una mujer,
una metáfora imperfecta.