Les comparto un resumen de un texto que leí, basado en los estudios del psicoterapeuta Viktor Frankl, Espero que lo disfruten tanto como yo....
Cada hombre que viene al mundo es algo absolutamente nuevo que llega a la existencia, que se hace realidad. La existencia espiritual no es trasmisible, no puede trasplantarse de padres a hijos. Los padres sólo pueden entregar el contenido genético de los cromosomas que determinan exclusivamente lo psicofísico, pero no a la persona espiritual. El hijo es un nuevo ser que se llama “yo” a sí mismo.
Este espíritu, por naturaleza invisible, ¿Qué es? ¿Cómo lo descubrimos? No todo lo invisible ha de ser puesto como irreal. Muchos fenómenos del alma, como “el amor a la verdad” o “la buena voluntad “son también invisibles. Lo que existe espiritualmente aparece como algo que se trasciende. Su ser radica en la realización de sí mismo y sólo se verán sus actos pero no la realidad que subyace.
Así los rasgos corporales de una persona pueden expresar su carácter como algo anímico y esto a su vez lo espiritual. El organismo psicofísico se presenta como un complejo de órganos, de instrumentos o medios para alcanzar un fin que no siempre deja ver con claridad la esencia espiritual del hombre. Su función expresiva es turbia, al mismo tiempo que hace pensar en su carácter instrumental. Por esto, en la realidad el hombre espiritual pero finito está siempre condicionado, aunque potencialmente no lo sea. La persona espiritual (ese núcleo) es quien organiza al organismo psicofísico. Se establecen relaciones análogas a las de un músico con su instrumento. Tanto el uno como el otro son necesarios para la ejecución de la obra. Si el instrumento se desafina (enfermedad), no habrá músico capaz de tocar en él.
A diferencia del conjunto músico-instrumento, el cuerpo y el espíritu no están en la misma dimensión del ser. El espíritu permanece invisible. Lo espiritual no puede enfermarse. Al contrario, será lo que permita al enfermo una relación personal –a veces precaria- con el proceso orgánico de su enfermedad.
Constituye ese “núcleo central" que no es afectado ni en la psicosis. Una afección psíquica toca al organismo psicofísico y puede llegar a desorganizarlo o destruirlo. El espíritu, por esa íntima unidad, puede ser perturbado.
En términos psicológicos Frankl percibe al espíritu como un eje que atraviesa el consciente, preconciente e inconciente. El espíritu –el yo en su esencia- se introduce en estos tres planos. Surge un nuevo concepto de “persona profunda”. No será ya la facticidad psicofísica, algo vegetativo o propio de un animal, sino la persona espiritual-existencial que en su dimensión más profunda es inconsciente.
Frankl observa que en los actos espirituales la persona queda de tal modo absorbida que no puede ser objeto de reflexión, no puede aparecer la verdadera esencia de la persona: la propia existencia –dirá- es irreflexiva y no analizable; el espíritu tiene la capacidad de captar el mundo como objeto, siendo él mismo inobjetivable. Lo espiritual, concluye “tanto en su última instancia como en su origen tiene que ser inconsciente”.
El hombre ya no es considerado un manojo de instintos. Tampoco un compuesto de actos reflejos, no es un títere movido por alambres exteriores visibles o que corren por su interior. Es un ser libre y espiritual.
Lo que permite superar los condicionamientos biológicos psíquicos y sociales es la Trascendencia. Sólo así el hombre es hombre. Debe –como ser espiritual- estar por encima de su ser psíquico, ir más allá de lo vital y de lo social.