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Este escrito, ciertamente cínico, es el retrato de un mundo irreal, una hecatombe de la cultura, la sanidad y el amor, un mundo en estado permanente de trágicas urgencias que a nadie le interesa solventar.
India es un país predominado por poderes (castas) que representan un porcentaje mínimo de la población, los brahmanes, los poderosos, entre los cuales los sacerdotes, muy útiles para los poderosos, tanto que les convirtieron en su día en poderosos a su vez (conocida técnica) porque cuidan de que una religión anclada en la noche de los tiempos siga tan vigente como cuando los faraones levantaban pirámides. todos ellos hombres que poseen valles y montañas, pueblos y ciudades con sus habitantes, y que basta su palabra, la de cualquier dios, para que amén se la respuesta inevitable de masas ingentes de monos con turbante
Lo cierto es que India es el mayor engaño social, político y religioso del mundo, de largo, de muy largo, larguísimo. Hay razones demasiado obvias por las cuales nadie habla del destrozo a los derechos humanos en India, ni nadie hace nada de nada por evitarlos, al contrario, se ensalzan “valores” execrables que solo existen en la mente hervida de baladíes, new age banderilleros de pegatinas ufanotas, ñoños romántico idees en paños menores, fraseopílodos tales: “Son pobres pero felices”, “¡Niño tan bonito! ¡Ven que te achucho!”, “¡Otra vez apestando a cerveza el viejo verde ese! ¡Como me toque le doy una que se va a enterar!” “¡Oh! Yo trabajo de voluntaria donde la Madre Teresa!” (y se le escapa un tic emocional en la delicada manita que casi se le cae el vodka lemon en la reluciente moqueta del club más chic de todo Calcuta)
Pero ciertas cosas… India hay que verla con tiempo, sin ninguna presión de responsabilidades ni futuro, en realidad así creo que yo que es como hay que viajar siempre, en India el gran viaje es perderse donde no va el turismo, vestirse y vivir como un indio, convertirse en uno de ellos, viajar al pasado, cuando se sembraron los estigmas y se crearon las formas que alimentan aún hoy los sueños e ilusiones de un mundo sumergido en su pasado, y allá, aquí, se comprende al mal que azota la carne, es una iluminación inmediata, sin esfuerzo, es esa luz que ilumina con una claridad la sencilla verdad, sin posible duda… La verdad del monstruo, al que ves frente a ti, macilento y sonriente por el gran triunfo de su obra… Pero ¡Ah! No tiene nombre ese mal, hay que verlo para comprender, hay que internarse en esas cavernas profundas y oscuras del tiempo, tocar los paisajes petrificados reverdecidos, nadar en lava incandescente… Hay que morir al tiempo-espacio y renacer ahora-aquí, donde todo puede ser encontrado, para así ser mente de los cósmicos jinetes y cabalgar el infinito
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