Niña insurrectora de pieles:
aún temes a la oscuridad
y es grande la ciudad,
y ya tocas a la puerta
en las noches.
Aunque el fuego
baña tu cuerpo
y arde en tu mente,
sientes que el frío
sorprende
bajo tu corto vestido
cuando una lámpara
se enciende.
No es la timidez
la que sonroja
tus mejillas,
sino las caricias
que presientes
de la mano
que temblorosa te pretende...
Niña agitadora de la sangre:
en la ciega turbulencia
de sus olas
se ensordece la razón
y en el barco a la deriva
el motín de la pasión
palpita.
No son del tiempo
que enloquece
prisionero en el reloj,
ni del delirante corazón
contagiado
de la fiebre de tu pecho,
los gritos que se oyen.
Son las voces del reproche
que te buscan
en las sombras que te esconden.
aún temes a la oscuridad
y es grande la ciudad,
y ya tocas a la puerta
en las noches.
Aunque el fuego
baña tu cuerpo
y arde en tu mente,
sientes que el frío
sorprende
bajo tu corto vestido
cuando una lámpara
se enciende.
No es la timidez
la que sonroja
tus mejillas,
sino las caricias
que presientes
de la mano
que temblorosa te pretende...
Niña agitadora de la sangre:
en la ciega turbulencia
de sus olas
se ensordece la razón
y en el barco a la deriva
el motín de la pasión
palpita.
No son del tiempo
que enloquece
prisionero en el reloj,
ni del delirante corazón
contagiado
de la fiebre de tu pecho,
los gritos que se oyen.
Son las voces del reproche
que te buscan
en las sombras que te esconden.