La luna en septiembre, el dejo aquel en el paladar. Su mixtura, ese tono bajo al hablar de amor, la fragancia con la que impregnaba las tardes de “Tandil”, el ruido sordo de los autos, sus besos como colgados de la silla desde donde se miraban. Y fue entonces, en esa acostumbrada manera de tomar el café, nunca nada de leche, con esa cuchara tonta que daba vueltas como si ella también pensara en alguna forma de decirle adiós. De sumergirle las manos, de atarlas para siempre a ese faro en donde se conocieron una tarde.
La plaza, el bar que hoy tiene colgada una marquesina de celulares, el bar que se fue hacia algún otro país junto a ese cenicero repleto de confesiones, a dolores de parto e inconfensables vacaciones, al segmento en donde comienzan las distancias y el barro se hace acero, se consume como el silencio de cualquier tarde de domingo.
Allí donde Piazzolla ronda en “caminito”, con el paladar todavía ausente, con el hastío de las imperfecciones, con el rumor de la lluvia y el cigarrillo siempre dispuesto a jugar entre los anillos y los barcos anclados en la eternidad, entre el humo y el alcohol de un sueño que no fue. Su muequita, sus dedos apretados, su mudez.
Y sí. Lo dejó partir. Todavía él roza por las tardes la mochilita que cuelga de su hombro, la que envuelta en esa sonrisa fresca le supo regalar en algún cumpleaños, cuando impaciente lo miraba desde sus ojos verdes. Y no fue casual, lo eligió entre miles, para acompañarlo en su largo viaje remedado con sueños, en los trenes de los que siempre hablaba, con su rayuelita bajo el brazo, con su mirada triste y lejana, eternamente solitario, cubierto de romances y de fantasmas, de cortinas de humo y de soledades, con su aroma a hiedra y sal. Hecho pedazos lo quiso, mitad viento, mitad cielo. Con sus ojos húmedos y ciertos, como una hembra lo quiso. Lavó sus males con la matriz de la palabra, con la verdad y el dolor, con desesperación y miedo. Lo enamoró a golpes de sol, de tardes y ausencias. Lo elevó para quebrarlo, para dejarlo así, sin una palabra, a puro silencio, a pura mirada.