Mientras siembras nuevos surcos de vida en medio de la algarabía que despierta tu espíritu indómito, comienzo a cosechar los frutos amargos de mi tragedia en esta tierra que me es extraña y ajena. No tomes mis palabras como una excusa por favor, porque no lo es, tengo bien merecido cada mínimo detalle. Igual siento la necesidad de dejar en claro que por respeto a quienes he dañado, prefiero omitir algunas cosas a menos que no alcancen a comprender los por qué de ciertas acciones del pasado que hoy parecerían carecer de un sentido. Mas por aquel entonces todo tenía un singular propósito que producía en mi una clara sensación de estar en el camino correcto.
El tiempo se ha ido para algunos como el sol en un atardecer de enamorados sin su amor, y en la sequedad de mi terruño sostenido por un último aliento, de rodillas busco en las hendijas de los resquebrajados suelos el sepulcro de mis sueños...
¡Larga vida! Fue el último grito que alcanzaron mis oídos escuchar de aquel festejo sin sentido, cuando aún tenía consciencia. Si es que a mi estado en aquel entonces se le podría atribuir un atisbo de consciencia.
Larga vida... ¿Para qué? Era la pregunta que revolvía mi estómago mientras los hilos de mis imprudencias habían comenzado a ejercer su acción dentro de mi organismo saturado en angustia.
Traicionado por el cansancio recibí el augurio como una condena en silencio, mi garganta estaba estaba demasiado reseca, no soportaba mas la extenuante agonía que en aquel momento parecía no terminar nunca.
Rogaba a la muerte me lleve lejos, el dolor era insoportable y ya no tenía fuerzas para otra contienda. Larga vida sentenciaron y bajo los efectos de un elixir malogrado, los síntomas vitales negaron su ausencia en mi cuerpo, mas era una vida que no lograba fluír con naturalidad, simplemente ocurría a través de la tecnología al servicio de la medicina que avanzada, se pensaba era útil a la prolongación en sintonía con la inmortalidad deseada. ¡Maldito sea el temor de los hombres materia!.
Intento ajustar mis sentidos maltrechos a lo que sucede a mi alrededor y no tardo demasiado en notar que estoy conectado, y las redes neuronales enquistadas se negaban a los reflejos.
!Larga vida dijeron¡... mientras rasgaba mis pieles en la sequedad de mi cuerpo que rogaba clemencia, implorando el desencadenamiento final.
El tiempo se ha ido para algunos como el sol en un atardecer de enamorados sin su amor, y en la sequedad de mi terruño sostenido por un último aliento, de rodillas busco en las hendijas de los resquebrajados suelos el sepulcro de mis sueños...
¡Larga vida! Fue el último grito que alcanzaron mis oídos escuchar de aquel festejo sin sentido, cuando aún tenía consciencia. Si es que a mi estado en aquel entonces se le podría atribuir un atisbo de consciencia.
Larga vida... ¿Para qué? Era la pregunta que revolvía mi estómago mientras los hilos de mis imprudencias habían comenzado a ejercer su acción dentro de mi organismo saturado en angustia.
Traicionado por el cansancio recibí el augurio como una condena en silencio, mi garganta estaba estaba demasiado reseca, no soportaba mas la extenuante agonía que en aquel momento parecía no terminar nunca.
Rogaba a la muerte me lleve lejos, el dolor era insoportable y ya no tenía fuerzas para otra contienda. Larga vida sentenciaron y bajo los efectos de un elixir malogrado, los síntomas vitales negaron su ausencia en mi cuerpo, mas era una vida que no lograba fluír con naturalidad, simplemente ocurría a través de la tecnología al servicio de la medicina que avanzada, se pensaba era útil a la prolongación en sintonía con la inmortalidad deseada. ¡Maldito sea el temor de los hombres materia!.
Intento ajustar mis sentidos maltrechos a lo que sucede a mi alrededor y no tardo demasiado en notar que estoy conectado, y las redes neuronales enquistadas se negaban a los reflejos.
!Larga vida dijeron¡... mientras rasgaba mis pieles en la sequedad de mi cuerpo que rogaba clemencia, implorando el desencadenamiento final.