La avenida cruje, dos de la mañana. La Rusa hoy me saturó con sus aires de psicóloga casi con título. Interpretar cada suspiro, cada roce en sus piernitas de gringa engreída, -cachame nomás giluna – y cerré la puerta y le di un beso y la miré fuerte a sus ojos de mostacilla a cada pequita de su rostro altivo y con mi media sonrisa le dije chau, me piré, que se yo. Cerré la puerta, me despedí del patio lleno de malvones, miré quedo la placita donde jugaba de pibe, el banco donde armamos con mi viejo el primer barrilete, con flecos grandes lo hicimos y reímos como locos, esa tarde me enseñó todos los trucos, como ponerle una hoja de afeitar en la cola, como tirar abajo al del gil del
barrio, como hacerlo bajar rapidito por si venía tormenta y sobretodo guardarlo bien para que nadie lo rompa. Bien pobre mi barrilete, con pedacitos de papel que mi viejo los traía de la fábrica, con olor a aserrín y salario mal pago. Con olor a sangre de la faca de Agustín cuando se veía envuelto en algún entrevero de truco o de polleras.
Di vuelta por la plaza y salí a la parada del 160, a esa hora con poca gente, algún mamado, algunos pibes de la Facultad atrasados, alguna mina de esas que uno sabe que siempre se desloman cuando se quedan solas y con un montón de purretes para darles de morfar. ¿Y quien manejaba el bondi? Camemú, Oscar para algunos, -Negritooooooo-
¿qué hacés locura? –ya se, no me digás, de algún fato seguro- escucha lo que están pasando por la radio negro, escuchá. Y Camemú se puso a cantar a voz de jarro. “¿Qué le habrán hecho mis manos? ¿Qué le habrán hecho para dejarme en el pecho tanto dolor? Dolor de vieja arboleda, canción de esquina con un pedazo de vida, naranjo en
flor” Y me volví a acordar de la turra de La Rusa porque ese tango se lo hice cantar al “tano” allá en caminito dedicado a ella que lloraba como una loca en el banco ese blanco que ya no está porque era el tango preferido de su viejo y yo no lo sabía. El ruso que hacía dos meses se había ido a la quinta del ñato a contarle lo del Zar hijo de una gran p…y que el 17 fue como tocar el cielo y que no sabe que hace en esta tierra llena de farabutes y tilingos, pero el Polaco es otra cosa y el tango una música de laburantes y de orilleros.
Y que se yo….Camemú seguía cantando a grito pelado y la gente aplaudía y el contento a las dos de la mañana por Lanús y de pronto la voz se le quebró y le cayeron lágrimas y parecía un chico que no encuentra a la madre y me dijo. -Negro, querido amigo mío, la extraño, carajo como la extraño- ¿Vos sabés que mal le hice yo a la vida? todas las noches llego a casa y agarro su fotito, le hablo, le pregunto porqué se tuvo que ir así, dejarme tan solo, y eso que a mi minas no me faltan, pero ella era todo para mí, mi madre, mi novia, mi amiga, mi hija, todo era negro, todo y se me murió. Y me quedo así unas horas hablándole, contándole cosas, y siento que no se fue, que sigue allí y que me acuesto a su lado y que me abraza y me consuela y que me seca las lágrimas y me duermo y al otro día otra vez a trabajar, ver a los amigos, como vos negrazo, mi querido amigo y cantó hasta que llegué a casa y su sonrisa de buen tipo me ayudó a abrir la puerta y meterme otra vez en la dulce comedia de vivir, o hacer de cuenta.
Camemú, Oscarcito. “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento Perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento….”