Y el lobo sopló, sopló y sopló…
Yo tengo una vida ordenada, al menos eso creía. Me levanto a las 11, desayuno escuchando a Vivaldi, hago media hora de gimnasia, voy de cuerpo regularmente, me ducho empezando por la cabeza y voy bajando. Leo los correos más o menos a la misma hora. Hago un par de compras. Escribo hasta las 5 de la tarde. Voy al café. Miro a todas las minas lindas que puedo. A veces hablo de fútbol. Todos los jueves ceno afuera. Ternera con papas y un flan. Elijo 2 clásicos para ver en la pc los sábados a la noche y de vez en cuando veo a L. Comemos, discutimos, vemos cine, co.gemos, dormimos, discutimos y siempre se va. Aliviados los dos.
Sí, es ordenada. Pienso en mi trabajo o en lo que voy a hacer mañana y en tal o cual mina que vi. Por las noches escribo para mí, cosas que normalmente tiro y me duermo escuchando clases de filosofía o Blues. Creo ser práctico. Trato de no pensar en el pasado, eso es además de inútil, doloroso ¿Entonces para qué?
Pero hace un tiempo empecé a sentirme raro, no sé, inquieto, o molesto, o directamente irritable, incluso me he llegado a dar cuenta que de pronto me quedaba como en pausa, ¿Esperando algo? Tranquilo, hombre tranquilo, me dije. Debe ser el cumpleaños que se acerca.
Lo cierto es que eso no pasaba. Hasta que imprevistamente, como un fantasma que de pronto se despierta en su cama del subconsciente se me presentó... ¿Cómo definirlo? No era una cara, un nombre, era, era, un vacío, sí, era un agujerito, un agujerito negro (que luego supe que supuraba una cara que a su vez tenía un nombre, un tiempo, una historia)
Entonces el orden se fue poco a poco. No, no es que me empecé a levantar a las 17, comer en el baño o dejar de comprar el pan. Hablo del orden mental. Todo eso que hacía mecánicamente sin preguntas ni planes más allá de lo doméstico se tiñó de pronto de oscuro, oscuro agujerito negro. Y las emociones, sentimientos que casi quirúrgicamente extirpaba supuraron de golpe estampando un nombre en todo lo que me rodeaba o hacía. O para ser más exacto:
Desayuno, la cafetera bulle, el pan crepita, el perro ladra, la música suena, me pongo los zapatos y de pronto una sensación con nombre, rostro, historia, sonrisa y adiós se me sale desde muy adentro relativizando todo, quitándole sustento e invadiéndome con un para qué gigante. Dejándome tildado ¿Esperando?
Yo lo llamo Soledad, no se me ocurre otra cosa. No sé a ustedes
La cuestión es que ya no sé si vivo, espero, simulo, disimulo o estoy muerto. Sí sé que es un caos. No se puede luchar contra fantasmas ni abrazar las sombras. Y suspirar hacia atrás se llama asma.
Como no quiero morir ahogado y algo de razón queda en mi cabeza decidí cerrar esa puerta, perdón, agujero. ¿Pero dónde, con quién? Apelé a la lógica. Un cura no me sirve porque ve al Amor demasiado universal. Un psicólogo es muy caro y para llegar al hoy toma demasiada carrera. Tampoco me sirve. ¿Un filosofo tal vez? No. O me hunde en un mayor desengaño o me exige un heroicismo que carezco. Además de sus vidas personales no se desprende que hayan vencido. ¿Entonces?
Lunes. 14 horas. Pantalón corto, camisa mangas cortas, lentes de sol. Tomo Avenida Chiclana, a tres cuadras hay una gomería.
-Buenas
-Buenas, me abro la camisa y le muestro el pecho
-¿Qué necesita don?
-¿Me puede poner un parche acá por favor?
Y me fui casi contento bailando a paso de murga
(¿Qué esperaban, una tragedia?)
[b]
Yo tengo una vida ordenada, al menos eso creía. Me levanto a las 11, desayuno escuchando a Vivaldi, hago media hora de gimnasia, voy de cuerpo regularmente, me ducho empezando por la cabeza y voy bajando. Leo los correos más o menos a la misma hora. Hago un par de compras. Escribo hasta las 5 de la tarde. Voy al café. Miro a todas las minas lindas que puedo. A veces hablo de fútbol. Todos los jueves ceno afuera. Ternera con papas y un flan. Elijo 2 clásicos para ver en la pc los sábados a la noche y de vez en cuando veo a L. Comemos, discutimos, vemos cine, co.gemos, dormimos, discutimos y siempre se va. Aliviados los dos.
Sí, es ordenada. Pienso en mi trabajo o en lo que voy a hacer mañana y en tal o cual mina que vi. Por las noches escribo para mí, cosas que normalmente tiro y me duermo escuchando clases de filosofía o Blues. Creo ser práctico. Trato de no pensar en el pasado, eso es además de inútil, doloroso ¿Entonces para qué?
Pero hace un tiempo empecé a sentirme raro, no sé, inquieto, o molesto, o directamente irritable, incluso me he llegado a dar cuenta que de pronto me quedaba como en pausa, ¿Esperando algo? Tranquilo, hombre tranquilo, me dije. Debe ser el cumpleaños que se acerca.
Lo cierto es que eso no pasaba. Hasta que imprevistamente, como un fantasma que de pronto se despierta en su cama del subconsciente se me presentó... ¿Cómo definirlo? No era una cara, un nombre, era, era, un vacío, sí, era un agujerito, un agujerito negro (que luego supe que supuraba una cara que a su vez tenía un nombre, un tiempo, una historia)
Entonces el orden se fue poco a poco. No, no es que me empecé a levantar a las 17, comer en el baño o dejar de comprar el pan. Hablo del orden mental. Todo eso que hacía mecánicamente sin preguntas ni planes más allá de lo doméstico se tiñó de pronto de oscuro, oscuro agujerito negro. Y las emociones, sentimientos que casi quirúrgicamente extirpaba supuraron de golpe estampando un nombre en todo lo que me rodeaba o hacía. O para ser más exacto:
Desayuno, la cafetera bulle, el pan crepita, el perro ladra, la música suena, me pongo los zapatos y de pronto una sensación con nombre, rostro, historia, sonrisa y adiós se me sale desde muy adentro relativizando todo, quitándole sustento e invadiéndome con un para qué gigante. Dejándome tildado ¿Esperando?
Yo lo llamo Soledad, no se me ocurre otra cosa. No sé a ustedes
La cuestión es que ya no sé si vivo, espero, simulo, disimulo o estoy muerto. Sí sé que es un caos. No se puede luchar contra fantasmas ni abrazar las sombras. Y suspirar hacia atrás se llama asma.
Como no quiero morir ahogado y algo de razón queda en mi cabeza decidí cerrar esa puerta, perdón, agujero. ¿Pero dónde, con quién? Apelé a la lógica. Un cura no me sirve porque ve al Amor demasiado universal. Un psicólogo es muy caro y para llegar al hoy toma demasiada carrera. Tampoco me sirve. ¿Un filosofo tal vez? No. O me hunde en un mayor desengaño o me exige un heroicismo que carezco. Además de sus vidas personales no se desprende que hayan vencido. ¿Entonces?
Lunes. 14 horas. Pantalón corto, camisa mangas cortas, lentes de sol. Tomo Avenida Chiclana, a tres cuadras hay una gomería.
-Buenas
-Buenas, me abro la camisa y le muestro el pecho
-¿Qué necesita don?
-¿Me puede poner un parche acá por favor?
Y me fui casi contento bailando a paso de murga
(¿Qué esperaban, una tragedia?)
[b]