multiplicando los minutos en interminables ruinas y misterios.
La boca que cae, el paso que atenazado escarba algún punto olvidado en nuestro cuerpo.
De la cocina el comedor, del comedor a la sala, de un tiro al patio,
rozar los malvones que imperceptiblemente florecen, el jazmín apura su verdor,
y allá …en el fondo…. los azahares del duraznero están pronto a florecer.
La noche en cambio resulta interminable. Sábado, sábado, sábado.
Se instalaron los amigos de mi hijo de forma inesperada,
Catepecu se escucha en los parlantes, un truquito comenzó y él dice “quiero”.
Ellos no saben de ausencias, todavía la luz de la esperanza
tiene ese brillo que reflejan sus miradas. Risas, gritos, un vaso que rueda.
Y ahora la guitarra comienza a sonar……..