Cuando te conocí tenías llagas en las manos,
tú mirada acariciaba triste la sombra del desdén y de la duda
eran abanicos oscuros los pliegues de tu boca
Apenas un brillo tenue asomaba en vos en ese entonces.
Te fui llenando las horas de musas y canciones,
dibujé tus labios con las lejanas arenas del desierto.
Te amé como se aman aquellas deidades extrañas de los templos
Como un orfebre con mi cincel ataqué tus curvas,
me despojé de la cima desde donde construía mis conquistas.
Y en mi cansado corazón sembraste esa luz con la que hoy alumbras
Quedó una antorcha en el lugar donde nos amamos,
cada rincón, cada alborada; fue nuestra tierra prometida.
Ya no miras hacia atrás y no te corre el miedo,
y sabes que aún estoy aquí, vestido de cenizas.
Enamorado para siempre de tú vuelo
tú mirada acariciaba triste la sombra del desdén y de la duda
eran abanicos oscuros los pliegues de tu boca
Apenas un brillo tenue asomaba en vos en ese entonces.
Te fui llenando las horas de musas y canciones,
dibujé tus labios con las lejanas arenas del desierto.
Te amé como se aman aquellas deidades extrañas de los templos
Como un orfebre con mi cincel ataqué tus curvas,
me despojé de la cima desde donde construía mis conquistas.
Y en mi cansado corazón sembraste esa luz con la que hoy alumbras
Quedó una antorcha en el lugar donde nos amamos,
cada rincón, cada alborada; fue nuestra tierra prometida.
Ya no miras hacia atrás y no te corre el miedo,
y sabes que aún estoy aquí, vestido de cenizas.
Enamorado para siempre de tú vuelo