El agua imperceptible del silencio
se riza minúscula ondina.
Junco esbelto se alza,
voz dormida y transparente
como la de una garza en el paisaje.
El oído se recoge en su concha,
sus manos un tinglado de algas
que ciñe los objetos para adivinarlos.
Inefable es el canto del silencio.
Su música de pronto se ilumina
perla en el vientre de la ostra.
Sopla tenue a la piel
y flauta entona un himno.
Suspira también a veces.
Pone a temblar el corazón
y envuelve niebla las pupilas.