por Invitado Mar Oct 07, 2008 8:56 am
Dicen que no hay pintor donde antes no hubo dibujante. Evil, precioso. Si algo tiene el desierto es el espejismo del oásis. Oír al agua correr, recibir la caravana de algún verdor sobre la cabeza, olisquear algo más que el aire neutro que polula entre el arenal, las piedras y las púas nos da la ilusión de que en él no somos más que una mota. Invita a hilar historias. Tu pintor cautiva esa historia.
Perspectiva
(entre lo árido y lo líquido)
I
Llueve sombra, atalaya.
Llueve...
Yo abajo,
tú arriba,
nube, fronda te precipitas;
a horcajadas desciendes laja,
encaje, sudor deshilas brisa.
Guiño, celebras la sed:
la nervadura deshojada.
A través de su abanico,
soslayo devanas caricia
sobre faz que beso
el sol consume agonía.
Rocío, llueve sombra.
Llueve…
vahído destila:
un manantial de cascabeles
ciñe reposo al mediodía.
II
Yo espuela sobre el acantilado;
Tú surco, cañada, cimbra.
El sol duerme siesta.
Celosía, estrellas refulgen travesía.
Tú abajo.
Yo arriba.
Galope,
el silencio
cigarra lluvia repica.
III
Cuesta arriba celaje,
cuesta abajo espuma:
labios siega transpiran.
Tú atalaya, vaho te desprendes gota.
Yo, lengua aleteo orilla.
Retozo, inocentes crines,
desgañitamos agridulces distancia
los guijarros que materiales,
manjar nos tañen exilios.