…Te siembra, te rodea como águila.
Pequeña e indefensa te siembra, labriego
sediento de tierra.
¡Treinta años de sed!
Aterronada, fértil, húmeda
fruta recién cortada.
¡Ni siquiera es de ayer!
Un mágico hornero
amasó el cardume de manos
que se divierten en mis células.
Bellos el David, el águila y el labriego.
Esculpen los remolinos
el humo cardinal que asemeja tu cintura.
Las formas sueñan
murmuran en la brisa, como si allí nacieras
como si el agua fuese tuya.
En un espacio de vida,
cual envoltura absoluta
la piel te contempla.
Ni siquiera es de ayer
¡Ahí está…! ¡Palpitando…!
De yema, brote, instante…
Generosa del inminente seno
no habla, no sueña, no toca.
Sin polvo de este planeta…
¡Mira ya, lo que la belleza en ti!