Estas son historias que inventó él sobre él mismo que publicó en una revista musical llamada Buzz hace unos cuantos años:
Influencias musicales tempranas I
Voz: En mi familia no hay nadie realmente metido en el mundo del espectáculo, pero hay dos parientes que de muy joven tuvieron un efecto en mí y me marcaron de alguna manera. Eran el tío Vernon y el tío Robert. De niño siempre odié el sonido de mi voz. Quería sonar más como el tío Vernon, que tenía una voz grave y carrasposa. Todo lo que el tío Vernon decía sonaba importante, y siempre lo entendías la primera vez porque nadie se atrevía a pedirle que repitiera. Eventualmente, me enteré de que al tío Vernon lo operaron de chico y que los doctores habían dejado un pequeño par de tijeras y una gasa cuando lo cerraron. Años más tarde, en una cena de Navidad, el tío Vernon comenzó a ahogarse mientras trataba de expulsar un fríjol atravesado, y entonces arrojó la gasa y las tijeras. Así fue como el tío Vernon consiguió su voz, y así es como yo conseguí la mía, tratando de sonar como él.
Todos los domingos visitábamos al tío Robert, que era organista en una iglesia metodista en La Verne, California. El tío Robert tenía en su casa un órgano de fuelle cuya tubería se incrustaba en la azotea. Cuando tocaba, hacía resonar todas las notas juntas como si fueran crayolas rojas derretidas, y la casa entera se estremecía. Recuerdo que su casa era un caos total. Ropas por todos lados, la cama siempre destendida. «A lo mejor éste es el mundo del espectáculo», pensaba para mi interior. Le pregunté a mamá por qué yo no podía tener mi cuarto como el del tío Robert y ella me respondió: «Tom, tu tío Robert es ciego».
Guitarra: He aprendido un montón de cosas de otros músicos, y de escuchar el mundo a mi alrededor. Pero cuando era niño en Whittier, conocí a un pelirrojo llamado Billy Sweed que vivía con su madre en un tráiler cerca de las vías del tren. Billy fue quien me enseñó a tocar en clave menor. Billy no iba a la escuela. A los doce años ya fumaba y bebía, y vivía con su madre en el límite de una selva de vagabundos, a orillas de un lago de lodo hecho por la lluvia del que sobresalían llantas viejas. Allí había humo azul, carpas muertas y enormes calabazas del tamaño de pantallas de lámpara. Te podías extraviar tratando de encontrar su casa, por entre la hiedra sobrecrecida y los arbustos de piracanto. Para llegar, cruzabas un canal de desagüe bajo la carretera y pasabas a través de cañones de desperdicio, llenos de colchones y latas de pintura vacías.
Mientras Billy me enseñaba a tocar, yo notaba que le gustaba rayarse los jeans con una pluma. Cada pulgada de sus pantalones estaba cubierta con estos tatuajes y jeroglíficos extraños y prohibidos que a todas horas yo trataba de descifrar. Estoy seguro de que se trataba de su propia sim-bología musical, y que tenía cientos de canciones escritas en los pantalones.
La madre de Billy era enorme. Yo la miraba, luego miraba la puerta del tráiler y luego la miraba a ella de nuevo, y así me enfrenté con mi primer verdadero problema de matemáticas. ¿Cómo podía la señora Sweed entrar por esa puerta? Yo tenía ocho años y recuerdo que pensaba en ella como en un barco encerrado en una botella de la que jamás lograría salir. De alguna manera, el tráiler, el pantano y la señora Sweed brotaban de la guitarra de Billy en clave menor.
Un día de Año Nuevo, luego de una semana de fuertes lluvias, volví a su lugar para verlos de nuevo, pero Billy y su madre se habían marchado. Sin embargo, la secreta sabiduría de las cuerdas que él me había enseñado iba a sobrepasar todo lo que aprendería en la escuela y constituiría el cimiento de toda mi música.
Canciones: Siempre he amado las canciones de aventuras, las baladas asesinas, las canciones sobre naufragios y actos terribles de depravación y heroísmo. Relatos de seducción erótica, canciones de romance, temeridad y misterio. Todos hemos intentado alguna vez vivir al interior de una canción. Canciones donde la gente se muere de amor. Canciones de personas en fuga. Canciones de buques fantasmas o asaltos a bancos. Siempre he deseado vivir al interior de las canciones y no regresar jamás. Canciones que son recetas para supersticiones o que hablan de de-sapariciones inexplicables.
"They Call the Wind Mariah", "Teen Angel", "Bonnie Bonnie Bed-lam", "Pretty Boy Floyd", "Springhill Mining disaster", "Lonesome Death of Hattie Carol", "Winken, Blinken, and Nod", "The Sinking of the Titanic", "Three Ravens", "Zaz Turned Blue", "Pretty Polly", "Streets of Laredo", "Raglan Road", "John Henry", "Stagger Lee", "Ode to Billie Joe", "Frankie and Johnny", "Brother Can You Spare a Dime?", "Volga Boatman", "In the Hall of the Mountain King", "Goodnight Loving Trail", "Strange Fruit", "Jacob's Ladder", "Spanish is the Loving Tongue", "Lost in the Stars", "Sympathy for the Devil", "Auld Lang Syne" y "Jesus's Blood Never Fails Me". Ésas son algunas de mis favoritas.
Influencias musicales tempranas II
Blues: En la parte sur de Chicago, en el salón Cheskaboard, el último gran bluesero, Hound Dog Taylor, estaba tocando ante un público rudo y padeciendo a un borracho que desde la primera fila le jodía la vida. Sin detenerse, Hound Dog sacó un revólver punto treinta y ocho, le disparó al borracho en el pie, se guardó el arma en la parte trasera del pantalón y terminó la canción. Muchas veces he pensado en hacer lo mismo, pero nunca he tenido el valor.
El mundo del espectáculo: Vi a Monty Rock iii en 1969 en el Sunset Strip en un sitio llamado Filthy MacNasty con sólo seis personas en el público. Se estaba arrastrando por una versión amarga y distraída de "Tennessee Waltz", cuando de repente paró a la banda en seco (todos los miembros vestían trajes uniformes de tono rosado). El lugar se llenó de feedback al tiempo que él lanzaba su bebida contra la pared y acuchillaba uno de los amplificadores con la base del micrófono, mientras les decía a los seis encorbatados del público que eran unos chupasangres. Soltó luego una carcajada nerviosa mientras sudaba bajo el reflector y se dejó venir con una confesión psicótica, que parecía la mezcla de una ejecución y un strip-tease. Con un estilo que oscilaba entre chulo y predicador, contó historias de cuando trabajaba como peinador en Puerto Rico, al tiempo que soñaba con triunfar en Hollywood algún día. Despúes se encendió y cantó "I Who Have Nothing" a capella. Yo estaba allí. Supe entonces que quería ingresar al mundo del espectáculo cuanto antes.
Heavy Metal: Era la Navidad de 1975 en Hollywood, California. Yo visitaba a unos amigos y estábamos dándole a los brebajes de temporada, cuando todos coincidimos en que el equipo de sonido de un vecino estaba demasiado alto (Mahogany Rush como a 10 puntos). Armado de valor líquido, me ofrecí de voluntario para la confrontación; trepé los dos pisos de escaleras exteriores y golpé a la puerta con un leño. Un gigante acudió a la puerta. Medía nueve pies de alto y su cabeza era tan grande como la de un caballo. Dijo algo en alemán y en seguida me levantó del cuello como si yo fuera un animal de peluche y trató de lanzarme por el balcón. Yo estaba agarrándome de él cuando la barandilla cedió, y ambos caímos dos pisos abajo hasta un callejón, aterrizando sobre una variedad de bicicletas.
Ya me tenía sujeto del cinturón como a una maleta y se preparaba a estampar mi cabeza contra un grifo, cuando comencé a reírme. Antes que pudiera darme cuenta, él también se estaba riendo conmigo. Allí estábamos los dos, el gigante y yo, revolcándonos en el piso muertos de la risa, con Mahogany Rush sonando a todo volumen y un Santa Claus de peluche con su reno eléctrico pestañeando y riéndose también con nosotros. Ése fue mi primer contacto verdadero con el heavy metal.
Elvis: De pasada en Memphis recientemente para asistir a un matrimonio, no pude resistir la tentación de visitar a Graceland. Me gustaron especialmente las troneras de bala que hay en los columpios y las ujieres adolescentes y rubicundas que no hacían sino recitar un texto memorizado mientras gesticulaban frente a la desvencijada estructura. «Elvis y los muchachos se estaban propasando en sus diversiones una noche cuando decidieron salir al jardín para hacer prácticas de tiro». También mencionaron que Elvis había escogido todo el mobiliario del Jungle Room en apenas treinta minutos.
Influencias musicales tempranas I
Voz: En mi familia no hay nadie realmente metido en el mundo del espectáculo, pero hay dos parientes que de muy joven tuvieron un efecto en mí y me marcaron de alguna manera. Eran el tío Vernon y el tío Robert. De niño siempre odié el sonido de mi voz. Quería sonar más como el tío Vernon, que tenía una voz grave y carrasposa. Todo lo que el tío Vernon decía sonaba importante, y siempre lo entendías la primera vez porque nadie se atrevía a pedirle que repitiera. Eventualmente, me enteré de que al tío Vernon lo operaron de chico y que los doctores habían dejado un pequeño par de tijeras y una gasa cuando lo cerraron. Años más tarde, en una cena de Navidad, el tío Vernon comenzó a ahogarse mientras trataba de expulsar un fríjol atravesado, y entonces arrojó la gasa y las tijeras. Así fue como el tío Vernon consiguió su voz, y así es como yo conseguí la mía, tratando de sonar como él.
Todos los domingos visitábamos al tío Robert, que era organista en una iglesia metodista en La Verne, California. El tío Robert tenía en su casa un órgano de fuelle cuya tubería se incrustaba en la azotea. Cuando tocaba, hacía resonar todas las notas juntas como si fueran crayolas rojas derretidas, y la casa entera se estremecía. Recuerdo que su casa era un caos total. Ropas por todos lados, la cama siempre destendida. «A lo mejor éste es el mundo del espectáculo», pensaba para mi interior. Le pregunté a mamá por qué yo no podía tener mi cuarto como el del tío Robert y ella me respondió: «Tom, tu tío Robert es ciego».
Guitarra: He aprendido un montón de cosas de otros músicos, y de escuchar el mundo a mi alrededor. Pero cuando era niño en Whittier, conocí a un pelirrojo llamado Billy Sweed que vivía con su madre en un tráiler cerca de las vías del tren. Billy fue quien me enseñó a tocar en clave menor. Billy no iba a la escuela. A los doce años ya fumaba y bebía, y vivía con su madre en el límite de una selva de vagabundos, a orillas de un lago de lodo hecho por la lluvia del que sobresalían llantas viejas. Allí había humo azul, carpas muertas y enormes calabazas del tamaño de pantallas de lámpara. Te podías extraviar tratando de encontrar su casa, por entre la hiedra sobrecrecida y los arbustos de piracanto. Para llegar, cruzabas un canal de desagüe bajo la carretera y pasabas a través de cañones de desperdicio, llenos de colchones y latas de pintura vacías.
Mientras Billy me enseñaba a tocar, yo notaba que le gustaba rayarse los jeans con una pluma. Cada pulgada de sus pantalones estaba cubierta con estos tatuajes y jeroglíficos extraños y prohibidos que a todas horas yo trataba de descifrar. Estoy seguro de que se trataba de su propia sim-bología musical, y que tenía cientos de canciones escritas en los pantalones.
La madre de Billy era enorme. Yo la miraba, luego miraba la puerta del tráiler y luego la miraba a ella de nuevo, y así me enfrenté con mi primer verdadero problema de matemáticas. ¿Cómo podía la señora Sweed entrar por esa puerta? Yo tenía ocho años y recuerdo que pensaba en ella como en un barco encerrado en una botella de la que jamás lograría salir. De alguna manera, el tráiler, el pantano y la señora Sweed brotaban de la guitarra de Billy en clave menor.
Un día de Año Nuevo, luego de una semana de fuertes lluvias, volví a su lugar para verlos de nuevo, pero Billy y su madre se habían marchado. Sin embargo, la secreta sabiduría de las cuerdas que él me había enseñado iba a sobrepasar todo lo que aprendería en la escuela y constituiría el cimiento de toda mi música.
Canciones: Siempre he amado las canciones de aventuras, las baladas asesinas, las canciones sobre naufragios y actos terribles de depravación y heroísmo. Relatos de seducción erótica, canciones de romance, temeridad y misterio. Todos hemos intentado alguna vez vivir al interior de una canción. Canciones donde la gente se muere de amor. Canciones de personas en fuga. Canciones de buques fantasmas o asaltos a bancos. Siempre he deseado vivir al interior de las canciones y no regresar jamás. Canciones que son recetas para supersticiones o que hablan de de-sapariciones inexplicables.
"They Call the Wind Mariah", "Teen Angel", "Bonnie Bonnie Bed-lam", "Pretty Boy Floyd", "Springhill Mining disaster", "Lonesome Death of Hattie Carol", "Winken, Blinken, and Nod", "The Sinking of the Titanic", "Three Ravens", "Zaz Turned Blue", "Pretty Polly", "Streets of Laredo", "Raglan Road", "John Henry", "Stagger Lee", "Ode to Billie Joe", "Frankie and Johnny", "Brother Can You Spare a Dime?", "Volga Boatman", "In the Hall of the Mountain King", "Goodnight Loving Trail", "Strange Fruit", "Jacob's Ladder", "Spanish is the Loving Tongue", "Lost in the Stars", "Sympathy for the Devil", "Auld Lang Syne" y "Jesus's Blood Never Fails Me". Ésas son algunas de mis favoritas.
Influencias musicales tempranas II
Blues: En la parte sur de Chicago, en el salón Cheskaboard, el último gran bluesero, Hound Dog Taylor, estaba tocando ante un público rudo y padeciendo a un borracho que desde la primera fila le jodía la vida. Sin detenerse, Hound Dog sacó un revólver punto treinta y ocho, le disparó al borracho en el pie, se guardó el arma en la parte trasera del pantalón y terminó la canción. Muchas veces he pensado en hacer lo mismo, pero nunca he tenido el valor.
El mundo del espectáculo: Vi a Monty Rock iii en 1969 en el Sunset Strip en un sitio llamado Filthy MacNasty con sólo seis personas en el público. Se estaba arrastrando por una versión amarga y distraída de "Tennessee Waltz", cuando de repente paró a la banda en seco (todos los miembros vestían trajes uniformes de tono rosado). El lugar se llenó de feedback al tiempo que él lanzaba su bebida contra la pared y acuchillaba uno de los amplificadores con la base del micrófono, mientras les decía a los seis encorbatados del público que eran unos chupasangres. Soltó luego una carcajada nerviosa mientras sudaba bajo el reflector y se dejó venir con una confesión psicótica, que parecía la mezcla de una ejecución y un strip-tease. Con un estilo que oscilaba entre chulo y predicador, contó historias de cuando trabajaba como peinador en Puerto Rico, al tiempo que soñaba con triunfar en Hollywood algún día. Despúes se encendió y cantó "I Who Have Nothing" a capella. Yo estaba allí. Supe entonces que quería ingresar al mundo del espectáculo cuanto antes.
Heavy Metal: Era la Navidad de 1975 en Hollywood, California. Yo visitaba a unos amigos y estábamos dándole a los brebajes de temporada, cuando todos coincidimos en que el equipo de sonido de un vecino estaba demasiado alto (Mahogany Rush como a 10 puntos). Armado de valor líquido, me ofrecí de voluntario para la confrontación; trepé los dos pisos de escaleras exteriores y golpé a la puerta con un leño. Un gigante acudió a la puerta. Medía nueve pies de alto y su cabeza era tan grande como la de un caballo. Dijo algo en alemán y en seguida me levantó del cuello como si yo fuera un animal de peluche y trató de lanzarme por el balcón. Yo estaba agarrándome de él cuando la barandilla cedió, y ambos caímos dos pisos abajo hasta un callejón, aterrizando sobre una variedad de bicicletas.
Ya me tenía sujeto del cinturón como a una maleta y se preparaba a estampar mi cabeza contra un grifo, cuando comencé a reírme. Antes que pudiera darme cuenta, él también se estaba riendo conmigo. Allí estábamos los dos, el gigante y yo, revolcándonos en el piso muertos de la risa, con Mahogany Rush sonando a todo volumen y un Santa Claus de peluche con su reno eléctrico pestañeando y riéndose también con nosotros. Ése fue mi primer contacto verdadero con el heavy metal.
Elvis: De pasada en Memphis recientemente para asistir a un matrimonio, no pude resistir la tentación de visitar a Graceland. Me gustaron especialmente las troneras de bala que hay en los columpios y las ujieres adolescentes y rubicundas que no hacían sino recitar un texto memorizado mientras gesticulaban frente a la desvencijada estructura. «Elvis y los muchachos se estaban propasando en sus diversiones una noche cuando decidieron salir al jardín para hacer prácticas de tiro». También mencionaron que Elvis había escogido todo el mobiliario del Jungle Room en apenas treinta minutos.