Callejuelas oscuras tras la luna en lo alto.
Mis alas son oscuras,
casi no tengo garras,
y los colmillos duelen,
pero no tanto…
La luna me hace burlas
detrás del campanario.
-No encontrarás a nadie,
¡la noche es solo mía!-
Me dice de soslayo,
y la presiento extraña.
Me detengo en un risco más allá de la playa,
¡mis venas necesitan
la sangre del descanso!...
-Pero me siento extraño-.
Vuelo buscando sangre,
ya no me siento un monstruo.
Pasaron diez mil años.
Estacas de locura
el tiempo se ha llevado.
¿Un vampiro precisa
algo más que alimento?
¿O es que esta alma inquieta
me mantiene agitado?
¿No se puede el cariño
si uno vive matando?.
Nubes blancas me anuncian
otra noche de espanto.
De pronto la presiento.
Si algo tengo de bueno
debiera ser mi instinto.
Cansado y presuroso enfilo hacia el poblado.
Más allá las estrellas titilan mi ignorancia.
De pie frente a la puerta
de una iglesia sombría
una niña asustada mira hacia todos lados.
Mi sed se agranda en pleno,
se me agita el aliento,
mis huesos, y mis brazos…
Y aún a pesar de todo,
aterrizo despacio.
A punto de atacarla -inconsciente y tardío-
siento un frío en el alma
que antes no había notado.
Me detengo un segundo,
sus sienes son de estrellas,
y sus ojos…¡sus ojos!
¡sus ojos aterrados!...
Algo no he advertido,
curioso y decidido
cierro mi boca y guardo
mis dientes afilados...
Algo he visto y no entiendo,
cierro los ojos, calmo.
La niña cae al piso
y se escapa, arrastrando…
Ya no me siento un monstruo.
Esta noche el destino
¡conmigo ha perdonado!.
Caeré sobre la torre
con la luna en lo alto.
Me clavaré bien hondo
la afilada punta
del viejo pararrayos…
No quiero un corazón que me delate.
Si ya no soy un monstruo
¡No quiero ser humano!…