Para Aida, que no sé si siga viva:
Después del mar siempre hay tierra,
y tal vez, poca como una isla
ausente de dolor y penuria,
donde pega el sol todo el día
y la oscuridad es el baile de la luna.
Y para un viaje así, a veces
hay qué prepararse poco a poco,
pero otras nos lanzamos
antes de que el partir llegue.
Con ese lugar he soñado
y que ahí me espera
una gran mujer, compañera
de la incomprensión e intolerancia.
Incontables veces
pensamos en blasfemia,
incómodos y molestos,
pateando y destruyendo.
Cuanta oscuridad abundó
en nuestros sentimientos,
yo hasta ahora no comprendo
aunque creo saberlo.
Vacías y corrompidas venas
como las calles frías
de un pueblo abandonado,
rechazado por la humanidad normal.
Y nos entregamos al arte,
tú pintura, yo las letras;
embelesadoras musas
como dríades bailadoras.
Pero de repente se pierde
el camino, así el ritmo
y jugamos con las normas
rompiéndolas una a una.
¿Estarás en aquella isla, entonces?
¿Será que no me conoces?
Quisiera estar ahí también,
en donde no pueda regresar.
Y como estrellas explosivas,
fusionando sus químicas
para dejar una leve huella
que se disipe prontamente,
y que nadie nos recuerde
excepto entre nosotros mismos.
Más ideas para más poemas,
vendrán llegando uno a uno
invadiendo y conquistando
después de este recuerdo.
Después del mar siempre hay tierra,
y tal vez, poca como una isla
ausente de dolor y penuria,
donde pega el sol todo el día
y la oscuridad es el baile de la luna.
Y para un viaje así, a veces
hay qué prepararse poco a poco,
pero otras nos lanzamos
antes de que el partir llegue.
Con ese lugar he soñado
y que ahí me espera
una gran mujer, compañera
de la incomprensión e intolerancia.
Incontables veces
pensamos en blasfemia,
incómodos y molestos,
pateando y destruyendo.
Cuanta oscuridad abundó
en nuestros sentimientos,
yo hasta ahora no comprendo
aunque creo saberlo.
Vacías y corrompidas venas
como las calles frías
de un pueblo abandonado,
rechazado por la humanidad normal.
Y nos entregamos al arte,
tú pintura, yo las letras;
embelesadoras musas
como dríades bailadoras.
Pero de repente se pierde
el camino, así el ritmo
y jugamos con las normas
rompiéndolas una a una.
¿Estarás en aquella isla, entonces?
¿Será que no me conoces?
Quisiera estar ahí también,
en donde no pueda regresar.
Y como estrellas explosivas,
fusionando sus químicas
para dejar una leve huella
que se disipe prontamente,
y que nadie nos recuerde
excepto entre nosotros mismos.
Más ideas para más poemas,
vendrán llegando uno a uno
invadiendo y conquistando
después de este recuerdo.
Auro Kohmer
20/Julio/2008
20/Julio/2008