[un relato que se perdió en los manglares de la nada. hace unos días lo recuperé, después de haberlo escrito hace como dos añejos. shh, es muy malo y lo reconozco, ¿o será solo autoderrota? en fin, ahí les va]
Otro instante más. Sientes la textura de la sábana lentamente convertirse en piel humana. Y el olor a limpio, piensas, sumerges tu nariz, huele a ella.
Parece que el mundo ha quedado al amparo de un dios olvidadizo u olvidado.
Estoy desorganizado como los corazones, solo como cualquier animal en el intersticio de la locura. Recuerdo aún las frases sueltas.
Un sueño es vaho. Nunca más nos veremos. No preguntes por qué, no quiero decírtelo.
Iba soltando en claves los momentos, y la sensación era siempre la misma. ¿Por qué hacía eso?
En un cine. ¿Ves los títulos? Sé que te recuerdas a ti mismo en esa escena. Eres un espiral que intermitente es génesis de tu memoria. Tú mismo, dentro de ti.
Los días se renuevan en costantes ciclos que ahogan la certidumbre del mañana. Pero no puede haber certidumbre en la imaginación, ¿verdad? Puedes recordar para retroceder en el tiempo, puedes imaginar para ir al futuro. Pero este instante es el vapor de la vida, y tu memoria lo registra solo en breves cuotas. Si acaso, muy apenas, lo imita. Sabes entonces que siempre estarás atado al momento que percibes, lo demás son espejismos, tus proyecciones en un espejo agrietado que llamas pantalla, y que, piensas, es la realidad.
La autoconciencia.
Mi risa está vieja y oxidada. Tengo que repetirla para que la gente la escuche y para que yo mismo no me olvide de ella. En otras circunstancias yo estaría feliz por lo ocurrido. Todo está bien, pero incompleto, no sé qué le falta a la vida en general y mi vida en particular, pero está parcial, disminuida.
Y están los reflejos. Los ves, sabes que te están mintiendo. Múltiples percepciones se aglutinan, se fusionan, se dispersan de nuevo...
Ya no hablo con nadie, o casi nadie. Quiero sentir por una vez que el mundo no es tan inmenso, con esa inmensidad que apesadumbra, con esa inmensidad eterna. La cama, en las noches, es un enorme continente para una sola persona.
Me fatiga vivir, pero hoy tuve que levantarme como siempre, con el sol hiriendo mis ojos. Lo primero que hice fue arreglar mi ropa, plancharla, vestirme. Después hice la cama, bajé y me preparé el almuerzo, creí escuchar una voz y me alegré, pero sólo era la radio. El ruido del portazo, el eco, después me voy a trabajar.[/size] [size=9]Cuando llego todos me felicitan por mi ascenso.
- Felicidades- dicen los primeros que me ven llegar. (no recuerdas que haya signos de admiración en su felicitación, no percibiste eso, no lo recuerdas)
Al momento de llegar me dan la primera asignación de mi nuevo puesto, aunque es bien remunerado y relativamente fácil, es sumamente fastidioso. Durante todo el día persiste la sensación de estar flotando y varias veces estuve a punto de caerme. Casi para terminar la jornada recibí una llamada en mi celular, todavía me emociona a pesar de que es obvio que no llamará. Era mi madre, de Morelia, quiere que vaya con ellos este fin de semana. Le digo que no puedo y ahí termina todo, (una brevedad que te parece propia del retroceso). Después de eso llega Claudia, la que siempre me está fastidiando, coqueteando, etc.
- ¿Te cuento un chiste?
- Como quieras.
- Un oficinista llama a una casa y dice: Buenos días, ¿no está Julio
allí?, y la señora responde: Disculpe señor, pero aquí todavía estamos
en mayo. ¡Je, je, je!
… Ya me lo habías contado ayer Claudia.
- No es cierto, mentiroso, ayer ni siquiera vine para acá.
- Porque ayer no estaba en esta oficina, pero siempre vienes conmigo, Claudia.
- ¿Te molesta? –sin darme tiempo a decirle que sí vuelve a hablar-.
- A todos nos gusta que hayas sido ascendido, después de tu fracaso está
bien algo que te alegre.
- ¿Y quién te dijo lo de mi fracaso?
- Pues yo lo supe.
- Ah, sí, tú estás en todo.
- Sí y sabes…
- Ya es hora de que nos vayamos Claudia, ya se fueron todos. (¿todos? ¿recuerdas eso? ¿eras parte de un conglomerado de existencias, o son solo los fantasmas de tu mente? ¿había algo más que tu desesperación en ese lugar?)
- ¿Y qué que se hayan ido?
- Que me incomoda estar solo contigo.
- Ay, si no muerdo.
- Adiós.
Me subí al coche y manejé con suma rapidez. En un semáforo eterno me quedé semidormido, confundiendo los colores rojo, amarillo y verde, la gente cruzando la calle, un vago pidiéndome no sé qué con algunos golpecitos en la ventana, un malabarista y un tragafuegos (entre el vaho), de pronto escuché, como a lo lejos, un sonido cobraba fuerza. Un claxon repetidamente, partí rápidamente. Pasé por su casa, estaba alegre y llena, de luces, de gente, de ella. Creí verla por el retrovisor salir, pero ya era tarde para voltear. Cuando llegué a mi casa estaba oscura y no había nadie esperándome.
Estabas solo nuevamente. Te diste cuenta, siguías en la cama, el despertador no había sonado todavía.
- Tengo sed.
Fin.
* Espero sus despotricaciones con impaciencia.
Otro instante más. Sientes la textura de la sábana lentamente convertirse en piel humana. Y el olor a limpio, piensas, sumerges tu nariz, huele a ella.
Parece que el mundo ha quedado al amparo de un dios olvidadizo u olvidado.
Estoy desorganizado como los corazones, solo como cualquier animal en el intersticio de la locura. Recuerdo aún las frases sueltas.
Un sueño es vaho. Nunca más nos veremos. No preguntes por qué, no quiero decírtelo.
Iba soltando en claves los momentos, y la sensación era siempre la misma. ¿Por qué hacía eso?
En un cine. ¿Ves los títulos? Sé que te recuerdas a ti mismo en esa escena. Eres un espiral que intermitente es génesis de tu memoria. Tú mismo, dentro de ti.
Los días se renuevan en costantes ciclos que ahogan la certidumbre del mañana. Pero no puede haber certidumbre en la imaginación, ¿verdad? Puedes recordar para retroceder en el tiempo, puedes imaginar para ir al futuro. Pero este instante es el vapor de la vida, y tu memoria lo registra solo en breves cuotas. Si acaso, muy apenas, lo imita. Sabes entonces que siempre estarás atado al momento que percibes, lo demás son espejismos, tus proyecciones en un espejo agrietado que llamas pantalla, y que, piensas, es la realidad.
La autoconciencia.
Mi risa está vieja y oxidada. Tengo que repetirla para que la gente la escuche y para que yo mismo no me olvide de ella. En otras circunstancias yo estaría feliz por lo ocurrido. Todo está bien, pero incompleto, no sé qué le falta a la vida en general y mi vida en particular, pero está parcial, disminuida.
Y están los reflejos. Los ves, sabes que te están mintiendo. Múltiples percepciones se aglutinan, se fusionan, se dispersan de nuevo...
Ya no hablo con nadie, o casi nadie. Quiero sentir por una vez que el mundo no es tan inmenso, con esa inmensidad que apesadumbra, con esa inmensidad eterna. La cama, en las noches, es un enorme continente para una sola persona.
Me fatiga vivir, pero hoy tuve que levantarme como siempre, con el sol hiriendo mis ojos. Lo primero que hice fue arreglar mi ropa, plancharla, vestirme. Después hice la cama, bajé y me preparé el almuerzo, creí escuchar una voz y me alegré, pero sólo era la radio. El ruido del portazo, el eco, después me voy a trabajar.[/size] [size=9]Cuando llego todos me felicitan por mi ascenso.
- Felicidades- dicen los primeros que me ven llegar. (no recuerdas que haya signos de admiración en su felicitación, no percibiste eso, no lo recuerdas)
Al momento de llegar me dan la primera asignación de mi nuevo puesto, aunque es bien remunerado y relativamente fácil, es sumamente fastidioso. Durante todo el día persiste la sensación de estar flotando y varias veces estuve a punto de caerme. Casi para terminar la jornada recibí una llamada en mi celular, todavía me emociona a pesar de que es obvio que no llamará. Era mi madre, de Morelia, quiere que vaya con ellos este fin de semana. Le digo que no puedo y ahí termina todo, (una brevedad que te parece propia del retroceso). Después de eso llega Claudia, la que siempre me está fastidiando, coqueteando, etc.
- ¿Te cuento un chiste?
- Como quieras.
- Un oficinista llama a una casa y dice: Buenos días, ¿no está Julio
allí?, y la señora responde: Disculpe señor, pero aquí todavía estamos
en mayo. ¡Je, je, je!
… Ya me lo habías contado ayer Claudia.
- No es cierto, mentiroso, ayer ni siquiera vine para acá.
- Porque ayer no estaba en esta oficina, pero siempre vienes conmigo, Claudia.
- ¿Te molesta? –sin darme tiempo a decirle que sí vuelve a hablar-.
- A todos nos gusta que hayas sido ascendido, después de tu fracaso está
bien algo que te alegre.
- ¿Y quién te dijo lo de mi fracaso?
- Pues yo lo supe.
- Ah, sí, tú estás en todo.
- Sí y sabes…
- Ya es hora de que nos vayamos Claudia, ya se fueron todos. (¿todos? ¿recuerdas eso? ¿eras parte de un conglomerado de existencias, o son solo los fantasmas de tu mente? ¿había algo más que tu desesperación en ese lugar?)
- ¿Y qué que se hayan ido?
- Que me incomoda estar solo contigo.
- Ay, si no muerdo.
- Adiós.
Me subí al coche y manejé con suma rapidez. En un semáforo eterno me quedé semidormido, confundiendo los colores rojo, amarillo y verde, la gente cruzando la calle, un vago pidiéndome no sé qué con algunos golpecitos en la ventana, un malabarista y un tragafuegos (entre el vaho), de pronto escuché, como a lo lejos, un sonido cobraba fuerza. Un claxon repetidamente, partí rápidamente. Pasé por su casa, estaba alegre y llena, de luces, de gente, de ella. Creí verla por el retrovisor salir, pero ya era tarde para voltear. Cuando llegué a mi casa estaba oscura y no había nadie esperándome.
Estabas solo nuevamente. Te diste cuenta, siguías en la cama, el despertador no había sonado todavía.
- Tengo sed.
Fin.
* Espero sus despotricaciones con impaciencia.