Y hallábanse allí, como no, los ineluctables cuatrocientos o quinientos monos desnudos con turbante o, en su defecto, algún trapo por sombrero, que se agolpaban para mirar con voracidad desatinada a cualesquiera cosa o ser viviente que franqueara aquel ámbito de belleza sin par, los cuales aviaron al unísono una ilustrada ovación y griterío al acabar los ritos. Luego, delicadamente pero apretujándose, depositaron en el lugar del sacrificio frutas y verduras, sándalos y flores, pistachos y castañas del Brasil, y alguna rupia habrían confiado de no haber recelado radicalmente del resto de monos, celebrados por sus hurtos y rapiñas en el mundo entero… Luego se pusieron menesterosos a recoger del suelo trocitos de las vísceras gallináceas para untarlos en sus rostros. Y se untaban de sangre, y recitaban mantras, y si podían se robaban unos a otros, y se pisaban los muñones con saña, y entonces, todos juntos, enardecidos por la comunión del cuerpo y la sangre, unido a ese hipo que dan las sobredosis de cariño y la diarrea afectiva, se les ocurrió levantar a los numerosos vientos cantos de amor a la Vaca Sagrada, al Gran Mono, a los Ojos que todo lo ven, a la Rupia Benigna y a la Carta Verde USA. Cantos inflamados de amor al prójimo, a los animales, los árboles, las plantas, al café export quality, a todo lo que es y existe. Cantaron canciones de perdón y reconciliación, suplicando buenaventura y regalos a algo así como tres mil y pico de dioses diferentes, pero que resumiendo son solo Uno… Y tanta era la bondad acumulada, tanto el amor desprendido, que la nube poluta indeleblemente allegada a la brisa de Calcuta se disipó en clemente caridad y hasta oxígeno… Y los cuervos graznaron sinfonías de Shubert y un aria de alguien que también murió, y los asnos le rebuznaron al sol, y eran tantos los que lloraban por la gran belleza de aquella, la terapéutica misa improvisada de los monos desnudos, coloreados de colores, con turbante, tan iguales, exaltadamente indiferentes… Que la masa polar dejó, por unos segundos, de derretirse demasiado deprisa.
Y una extraña sensación me invadió en aquel momento. Me pregunté si todo aquello estaba poseído de gran belleza, mientras empezaba a dolerme la cabeza y mis ojos me escocían.
A través de la negra red miré a la oveja, la vi grisácea, rara, la miré fijamente… fijamente… fijamente…
Y por un instante, solo por un instante, me pareció que no era una oveja.
¿Qué coño pasa ahora? Me pregunté con cierta angustia, sintiendo un sudor profuso y frío entre mis cejas y el resto de mis encantos.
part 6
Última edición por Evil 333 el Dom Mayo 25, 2008 8:16 pm, editado 1 vez