Asilo
Un día por mi desierto, encontré una solitaria y pequeña cactácea, se encontraba en lo alto de un peñasco, ahí, en la concavidad de una roca, su apariencia era magra y reflejaba un gran sufrimiento, se aferraba a la miserable porción de tierra que le mantenía con vida, y a los escasos 30 días de lluvia al año, que siempre con ansiedad aguardaba.
Se encontraba junto a un desfiladero, tan solo veinte centímetros la separaban de un final inevitable y trágico, estaba sola, no había mas a su lado, y humildemente mostraba una hermosa flor amarilla, como queriendo llamar la atención de los insectos que pasaban distantes de su ubicación.
Vivía solo con dos esperanzas, la primera: ser acogida para ser alojada en un sitio en el cual no sentirse sola, o la segunda: finalmente caer al desfiladero y terminar con su precaria existencia.
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Mi abuela pasó sus últimos días en un asilo, y yo…….yo fui como los treinta días de lluvia al año.
Un día por mi desierto, encontré una solitaria y pequeña cactácea, se encontraba en lo alto de un peñasco, ahí, en la concavidad de una roca, su apariencia era magra y reflejaba un gran sufrimiento, se aferraba a la miserable porción de tierra que le mantenía con vida, y a los escasos 30 días de lluvia al año, que siempre con ansiedad aguardaba.
Se encontraba junto a un desfiladero, tan solo veinte centímetros la separaban de un final inevitable y trágico, estaba sola, no había mas a su lado, y humildemente mostraba una hermosa flor amarilla, como queriendo llamar la atención de los insectos que pasaban distantes de su ubicación.
Vivía solo con dos esperanzas, la primera: ser acogida para ser alojada en un sitio en el cual no sentirse sola, o la segunda: finalmente caer al desfiladero y terminar con su precaria existencia.
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Mi abuela pasó sus últimos días en un asilo, y yo…….yo fui como los treinta días de lluvia al año.