Me desgajo siendo una mujer de “siempre”. Dificulto acostumbrarme a no beber la savia que corre por mis desagües.
Una puerta de doble cerradura me deja siempre a la intemperie.
Tan solo quiero sus besos perversos, un secuestro prohibido mientras muerde mi verbo a oscuras y se sumerge en mí, para mí, de tramo en tramo, dedo a dedo.
Lo quiero analítico, pensativo, atrevido o tímido, pero en mí. Acunando la divina sensación que ahora germina, cuando lo salpico de este mutismo obligado y escéptico.
Tan solo quiero pedirle que no me deje secar antes de la cosecha, preguntarle con qué parte de su piel he de quedarme en mi aislamiento, aunque tenga el látigo inclemente de un silencio.
Una puerta de doble cerradura me deja siempre a la intemperie.
Tan solo quiero sus besos perversos, un secuestro prohibido mientras muerde mi verbo a oscuras y se sumerge en mí, para mí, de tramo en tramo, dedo a dedo.
Lo quiero analítico, pensativo, atrevido o tímido, pero en mí. Acunando la divina sensación que ahora germina, cuando lo salpico de este mutismo obligado y escéptico.
Tan solo quiero pedirle que no me deje secar antes de la cosecha, preguntarle con qué parte de su piel he de quedarme en mi aislamiento, aunque tenga el látigo inclemente de un silencio.